La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
¡Bienvenida!

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viernes, 20 de julio de 2012

Crianza consciente


Cuando devenimos madres o padres, en el momento en que miramos por primera vez los ojos de nuestro pequeño recién nacido, comenzamos a transitar por un camino de esperanza y temores, alegrías y anhelos, descubrimientos y dolor.

Cuando nos hacemos padres o madres, la vida  nos regala una segunda oportunidad para crecer, evolucionar y comprender mejor nuestra propia biografía. Desde nuestro nacimiento, y a través de cada interacción que mantenemos con nuestros padres, vamos configurando las bases de nuestro estar en el mundo. Creamos una forma de relacionarnos en función de estas interacciones primarias. En nuestro interior aguarda todo ese contenido de reacciones, emociones y respuestas. Cuando somos padres, todo ese mundo interior vivido en la primera infancia nos asalta y nos atrapa por completo.  La mayor parte de esas interacciones y contenido forman parte de nuestro inconsciente, no están elaborados de forma adulta, no hemos trabajado con ellas, ni las hemos visto ni hemos podido trascenderlas. La madre y el padre de nuestra primera infancia, las vivencias que tuvimos con ellos, están en nuestro interior agazapadas esperando cualquier oportunidad para expresarse y ser representadas.
Solo así se explica cómo es posible que muchas madres y padres que deciden educar desde la crianza denominada natural o con apego, se encuentran con la desesperación, accesos de ira y la sensación de agotamiento que acompañan a una crianza exigente e idealizada que en nada (o en poco) se parece a su día a día. 
Todo ese contenido inconsciente puede manifestarse tanto en la repetición de la forma de educación recibida como en la oposición y rechazo a esa misma forma. Un ejemplo: Si me han educado a golpes y yo concibo la vida con ese nivel de violencia integrada, criaré a mi hijo con ese mismo índice. No me saldré del guión de la educación recibida porque no tendré herramientas necesarias para poder dilucidar y criticar el sistema impuesto. Cuando interaccione con mi hijo, no sólo estaré yo (como su madre) sino también mi madre y mi padre y las interacciones con ellos mantenidas que forman parte de mi inconsciente. De esta manera, si le preguntas a muchos padres porqué pegan a sus hijos, lo más probable es que repitan las mismas frases que sus padres les decían a ellos y que han integrado como propias y pertenecen a su inconsciente.

Pero si después de haber sido criada en la violencia y, tras un análisis de la situación que me permite discernir un nuevo "correcto e incorrecto",  yo decido educar a mis hijos de forma diferente (sin usar la violencia física), cada vez que interacciono con mis hijos, de igual manera que en el caso anterior, mi madre y padre seguirán estando presentes en mi relación con él. Lo más probable es que cuando me relacione con mi hijo en los momentos en que he de regular una situación, no encuentre la fuerza adecuada para hacerlo porque temeré que mi acción sea interpretada como violenta. Seré una estilo de madre sobreprotectora, débil, manipuladora, pasiva... Y el resultado de esta actitud es paradójico. 

En mis cursos conozco a cientos de mujeres, muchas de las cuales son madres. Y es habitual que, de vez en cuando, una madre de hijos (sobre todo varones) cuente que se siente intimidada e, incluso, agredida por sus hijos adolescentes. Y todas aseguran haber tratado con respeto a esos niños, incluso han cambiado de ciudad por ellos, les han educado como a ellas no les educaron antes, les han dado lo que tenían en sus manos, pero ahora, reciben como respuesta violencia. Y es paradójico cómo esos niños que nunca han sido maltratados físicamente, responden ahora con las armas que las madres intentaban evitar a toda costa. 

Cada respuesta que esa madre dé, no será la respuesta que la situación realmente requiere, sino el producto de un contenido (en gran parte inconsciente) de la relación con sus propios padres. Y esto hace que, en primer lugar, nos agotemos física y emocionalmente intentando sostener quienes no somos y, además, como en el ejemplo anterior, la consecuencia es que no estamos “mirando” a nuestro hijo con una mirada neutra, sino configurada por las experiencias pasadas.

Y esto crea en los niños tensión, ira y abatimiento. Los niños saben que su madre y su padre no lo oyen, no lo miran, no lo comprenden. Que cuando responden los adultos a una demanda del niño, no están dando una respuesta correcta, sino viviendo en la hipnosis del pasado y filtrando la información del “aquí y ahora” por oscuros laberintos. 

No hay reglas para ser madres y padres. Pero señalaría como uno de los aspectos más importantes de la crianza y la educación, es el ser adultos dispuestos a crecer, incluso aunque duela, incluso aunque sea incómodo.

Entonces podríamos decir: Hijo, no te he dado una infancia perfecta ni tu vida ha sido un camino de rosas, pero lo único que puedo decirle ahora es que sigo creciendo, que tu padre o tu madre se mira todos los días al espejo y se respeta, que cada día, a pesar del dolor, me descubro y que mi “intento”  es seguir avanzando para ser más humana, más Yo… y en este camino, podré encontrarme de forma consciente y objetiva con otro ser humano, que resultó ser mi hijo... al fin sin interferencias del pasado.

jueves, 14 de julio de 2011

Amor, bebés, crianza, salud

Encuentro en el blog hongmihijo este vídeo que os traigo. El vídeo es duro, mucho. Se encoge el corazón y de qué manera. Pero si eres madre o padre o piensas serlo en el futuro, si estás embarazada o sueñas con estarlo... deberías verlo. Quizá te sirva para comprender de qué hablamos cuando hablamos de amor, de cuidados... Un ser humano nunca será un molusco, por más que a los y las políticas de este país les guste pensarlo. Un ser humano bebé necesita a otro ser humano adulto fundido con él. Necesita sentirse amado, necesita sus olores, sus ritmos vitales, las caricias, las inflexiones de su voz... Un ser humano no puede criarse de forma sana y equilibrada en una guardería. Aunque construyan cien mil o un millón de plazas de guarderías de 0 a 3 años, ningún ser humano debería ser separado de su madre (primer adulto de referencia) en las etapas tempranas de vida. Ningún ser humano bebé debería ser privado del amor, el consuelo, los brazos, la leche, el calor, el latido, el aliento de una madre. Si la mamá falta, bienvenidos los sustitutos: padres, abuelos, hermanos, tíos, niñeras... 
*Para los que se llevan las manos a la cabeza porque reivindico el papel de la madre: que una madre dé los primeros años de vida de un bebé más tiempo, no significa que el padre no pueda compartir ni criar, ni que su papel no sea importante y valioso; significa que la naturaleza ha dotado a la especie de una forma de supervivencia en la que la mejor alimentación del bebé es el pecho de la madre (siempre a demanda) y que esto implica que ambos han de permanecer mucho tiempo unidos. 
*Para los que reclaman el derecho de la madre a trabajar y alegan que las cargas familiares hay que compartirlas (las políticas y los políticos progresistas y progresistos y los de derechas y derechos): Una carga es un manera grosera y despectiva de nombrar el proyecto de creación de una familia. Los que creen que ser limpiadora, camarera o cajera de una gran superficie (cobrando menos que un hombre y con menos proyección laboral) es un derecho, apuesto a que cobran cinco veces más de lo que lo harían ocupando estos puestos de trabajo. Es la manera que tiene el poder de nombrar y hacer que asumamos con un lenguaje propio que trabajar es un derecho y tener familia una carga.
El vídeo es extremo, ya que se trata de bebés abandonados, viviendo en instituciones sin un vínculo emocional con ningún adulto. Pero un bebé que pasa ocho o nueve horas en una institución (como una guardería) y que es recogido por una niñera que le da la merienda y cuyo contacto con los padres se limita a unas pocas horas al día también tiene secuelas emocionales. Si vas a ser madre y te han hecho creer que no las tiene... mira estos vídeos y después actúa.




Un poco más de claridad. Lo mismo en positivo.





"Para que un ser humano sea independiente, ha debido ser un bebé dependiente". 





Y un poco más... entrevista a Jay Belsky. Si vas a ser madre o padre (o ya lo eres) no está de más que veas estos vídeos. Como verás, no, no somos moluscos.

lunes, 4 de julio de 2011

Presentación del libro Una Nueva Maternidad

Sobran las palabras. Fue uno de los momentos memorables de mi vida. El pasado 17 de junio, Una Nueva Maternidad era presentado en Barcelona. Encontrarme con la carne y la voz de las hermanas con las que había conspirado (respirar con) para parir este libro, presentar el libro en la Casa del Libro y disfrutar (a pesar de la afonía) del poder de la comunicación fue maravilloso. Gracias a las personas que acudieron (muchas lectoras de los blogs, amigas a distancia, colaboradoras de estudiosobre elutero...) en una calurosa tarde de junio. Gracias a la fotógrafa Mireia por sus fotografías. Gracias a La Casa del Libro y a Eva Darías de Ob Stare. Gracias porque entre todos, cumplí uno de mis sueños...


Presentación "Una Nueva Maternidad" - Barcelona 17/6/11 from Enric on Vimeo.

viernes, 1 de julio de 2011

Trabajo y maternidad

¿Puede decirme alguien dónde está la realización personal de esta mujer protagonista del corto? ¿Puede alguien sostener que es necesario que las mujeres pasemos por esto en nombre de la igualdad?


sábado, 4 de junio de 2011

Separan a una madre de su bebé por dar el pecho

Voy a confesar que he tenido que leer dos veces este texto para comprender. Hasta que no he comprendido qué estaba pasando creía que la decisión de separar a la bebé y su madre tenía otros motivos que se obvian en el texto. No es posible, me decía, que una decisión tan arbitraria y una opinión tan mal fundada sobre lactancia materna, sean suficientes para separar a una madre de su hija de quince meses. Lamentablemente, después, he tenido que reconocer que las cosas son así en este país. En este país si eres joven, tu voz no tiene tanto derecho a manifestarse; si eres mujer,  siempre habrá alguien dispuesto a asumir una actitud paternalista contigo; si eres inmigrante, entonces sabemos que tu no sabes nada de nuestra sociedad, de ti misma ni de la vida. 
Si eres mujer, joven e inmigrante, entonces cualquier meapilas con carrera universitaria y seis meses de prácticas puede decidir qué es lo que hay que hacer con tu vida y con la de tu hija. Saltándose a la torera los derechos fundamentales del niño y la madre, cualquier mujer frígida u hombre castrador puede decidir que una madre y una hija terminen la lactancia en nombre de una pseudo- psicología que producirá, ineludiblemente, más mujeres frígidas y hombres castradores. Si aún no sabes lo que pasa, lee abajo y Reacciona, por favor, cambiemos el mundo por el principio!

(Texto de Ibone Olza en la página de Facebook Que el IMMF permita que Habiba amamante a su niña YA )

Habiba es una joven madre de una niña de quince meses, a la que sigue amamantando. De origen marroquí y con unas circunstancias socioeconómicas adversas, hace cuatro meses aceptó vivir en una residencia para madres jóvenes de la Comunidad de Madrid, junto con su hija, con la esperanza de que así sería todo más sencillo. 

Hace cuatro días y medio el Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) decidió separar a la niña de la madre por no cumplir con los objetivos de una programa de psicoterapia y “habilidades maternales” que implica abandonar la lactancia materna a demanda y prolongada por considerarla “caótica” y “perjudicial para los niños y niñas”. Con estas consideraciones, todas carentes de base científica y legal, se obliga a las madres lactantes a tomar una medicación para que se le vaya retirando la leche. 

Según la Asociación Española de Pediatría, la lactancia materna debe ser a demanda y puede prolongarse tanto como madre e hijo deseen. No se ha seguido procedimiento legal alguno para separar a esta madre de su hija, ni se ha permitido a la madre despedirse ni se le ha dicho a donde iría la niña, produciendo a ambas una grave indefensión. Habiba está con los pechos congestionados de leche, al borde de la mastitis, y con el corazón partido de dolor sin apenas dormir ni comer, angustiada por no poder estar junto a su hija. Esta madre ha sido valorada por una psicóloga y una psiquiatra y no presenta ningún indicio de enfermedad mental ni consumo de drogas ni nada que justificara ser víctima de semejante agresión.

A Habiba se le echó del centro a la calle en el mismo momento en el que se llevaron a su hija, diciéndole que ella ya no tenía plaza en ese lugar pues es un recurso para madres e hijos y ella ya no tiene hija. Una Fundación de ayuda humanitaria ha decidido amparar a esta madre dotándole de alojamiento y manutención, así como de apoyo jurídico.

Estamos profundamente consternados por el dolor de Habiba y nos duele imaginar en qué circunstancias estará la niña de 15 meses, separada de su madre, sometida a un destete abrupto, sin que probablemente nadie le haya explicado nada.

Consideramos el caso de Habiba y su hija como una gravísima violación de los Derechos Humanos y de los Derechos del Niño. El daño ya está hecho, pero si madre e hija se reúnen inmediatamente podrá ser reparado. Por todo ello os pedimos que escribáis urgentemente a la oficina del Defensor del Pueblo solicitando su rápida intervención y hagáis llegar vuestra protesta a la gerencia del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, pidiéndole la inmediata entrega de la niña a su madre.

Podéis dirigir vuestras cartas:

• A la oficina del Defensor del Pueblo
www.defensordelpueblo.es
fax: 913081158

• Dª Paloma Martín Martín.
Gerente
Instituto Madrileño del Menor y la Familia.
Calle Gran Via 14
28013 MADRID
immf@madrid.org

• Fundación Raíces: fundacionraices@telefonica.net




jueves, 14 de abril de 2011

De pareja a trío


Crisis de pareja tras el nacimiento de un hijo.

Nos enamoramos y sentimos que, por primera vez, la vida nos sonríe. Podemos encontrar, al fin, el amor. Lo que la vida nos ha negado durante nuestros años de infancia y parte de la juventud. Sentimos que es posible ser aceptado por otro ser humano y nos derretimos ante la promesa de que este amor, que tantas carencias viene a cubrir, nos durara eternamente. ¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra? ¿Qué tiene de especial él o ella? ¿Por qué nos sentimos tan llenos, tan vivos, cuando estamos ante su presencia?

            La mayoría de las relaciones se establecen desde una cierta fascinación por los aspectos de la otra persona que menos desarrollados teníamos nosotros mismos. Nos fascina su seguridad o la espontaneidad o su forma de comprender la vida o su independencia o la bondad o su claridad de ideas o… cualquier aspecto de nuestra personalidad por evolucionar, puede servir como escusa suficiente para comenzar una relación de pareja. Con el tiempo, estas características que nos tenían encandilados, van dejando paso a una cierta sensación de incomodidad, de hartazgo. La seguridad puede convertirse en soberbia, la espontaneidad en impulsividad, la independencia en egoísmo, la bondad en perfeccionismo o su claridad de ideas en una mente excesivamente cerrada… En medio de esta deriva, en la pareja suelen surgir las primeras crisis. Pero ya, la pareja ha tejido la maraña de contradicciones, dependencias y ataduras emocionales que, con el tiempo, los aprisionaran.  Sin embargo, la pareja se sostiene porque, de una manera u otra, los dos miembros obtienen algo que necesitan. Uno puede necesitar seguridad y aferrarse a su pareja estable; mientras otros, pueden obtener la espontaneidad y dinamismo que  necesitan para sentirse vivos. Uno puede necesitar sentirse amado y el otro puede obtener sexo satisfactorio. Uno puede tener una mente pesimista y estar con una pareja que se ocupe de que todo vaya bien... Así que, por fin, hemos experimentado la sensación de ser completo, de ser un ser humano íntegro: al fin, podemos obtener lo que nos hace falta; aunque sea de otro y no nuestro, nos compensa suficiente la ilusión de estar completos. En estas relaciones los dos miembros dan y reciben, se alimentan mutuamente. Ya son una naranja.

            Entonces, en algún momento, dejamos de ser dos y nos convertimos en tres. Ya sea por voluntad propia o porque la situación viene dada, el embarazo en la pareja suele representar una crisis, que permite que la pareja se convierta en trío. Pero este cambio, de dos a tres, implica un desandar lo transitado y reelaborar la relación de forma que tenga cabida un nuevo sistema de intercambio.  Durante los primeros años después del nacimiento del bebé, la madre en su totalidad se dedica a la cría. Es decir, que el bebé ocupa prácticamente todo el espacio emocional, fisiológico, sexual y mental de la madre.  Las mamíferas parimos relativamente pocas crías, si las comparamos con otros animales.

Las tortugas, por ejemplo, dejan miles de huevos en las playa y, cuando llega el momento adecuado, los huevos eclosionan y las tortugas comienzan así su vida, enfrentándose a todos los peligros de su medio de forma autónoma. Otros animales, como la generalidad de las aves,  pueden criar tres o más pollos durante el tiempo imprescindible antes de que estos puedan echar a volar por si mismos. Las osas suelen parir dos oseznos cada dos años y, en este tiempo entre parto y parto, guían a sus crías para que puedan, a los dos años, sobrevivir en su medio. Los orangutanes, tienen una sola cría cada vez y cuidan de ella intensamente durante un periodo de seis años durante el cual se prolonga la lactancia. A los seis años, destetan a su cría y vuelven a gestar. La cría destetada sigue compartiendo cuidados de su madre algunos años más. Como vemos, la naturaleza ha organizado la crianza de la especie en función de su eficacia (un pez puede poner millones de huevos y no es imprescindible que todos sobrevivan); pero un ser humano va a tener pocas crías en toda su existencia (en la actualidad una o dos como mucho) por lo que los cuidados maternales han de asegurarse la supervivencia de este ser tan importante en la transmisión de los genes que, además, nace inmaduro.

Así que la madre humana, que engendra tan pocas crías, ha de volcarse  especialmente durante los dos o tres primeros años de vida del niño de una forma muy intensa. Esto significa que el equilibrio de pareja queda descompensado, roto. El circuito cerrado de los padres en el que dos adultos se dan y reciben mutuamente se quiebra. Ahora hay un circuito en el que los adultos dan, pero no reciben y el niño recibe, pero no da. Es decir, el padre apoya a la madre para que la madre pueda criar al bebé; la madre apoya el crecimiento y proceso vital del hijo; y el hijo recibe todo el amor que necesita para crecer con armonía. Y ¿ya está?  No, no es tan fácil. Porque no basta con saber esto. Hay que comprenderlo profundamente, integrarlo, armonizar nuestras necesidades con esta información, hacernos conscientes de nuestras carencias, experimentar nuestros límites, enfrentarnos a nuestros temores. Ser madre o padre implica una revolución interior de la que salir fortalecido o lleno de rencor y agotamiento.

El padre ha de hacer frente, quizá por primera vez en su vida, a la misión de dar sin esperar recibir nada a cambio. Es un dar generoso y altruista que permite a la madre que pueda entregarse de forma completa a la experiencia de la crianza del bebé. Ahora la madre ofrece todo su ser al hijo y el padre ha de contemplar como aquella persona que le satisfacía, si no todas, si gran parte de sus carencias, está completamente volcada en otro ser. La madre se entrega a su cría física (a través de la lactancia, los brazos…), emocional (el niño necesita un agente exterior que equilibre su incipiente emocionalidad), mental (el niño está fusionada con ella y la necesita para construir su propia identidad independiente) y sexualmente (la lactancia disminuye el deseo sexual de la madre y reduce la lubricación vaginal por lo que es menos apetecible en este momento el sexo).

Entonces el padre puede comprender la situación o no. Si vive esto como un rechazo de la madre hacia él, huirá en cuanto pueda de la situación. Si comprende que es una fase que ha de vivir dándose en vez de pidiendo, podrá apoyar a la madre en su tarea durante los primeros tiempos. A su vez la mujer puede vivir el puerperio como una especie de condena en la que sienta que sus libertades, intereses y necesidades se desvanecen ante la presencia del bebé. La mamá puede sentir que es ella la que desaparece si prioriza al bebé por encima de sus necesidades. Se acabó su tiempo libre, salir y entrar, leer tranquilamente, decidir qué hacer durante las próximas horas…

En ambos casos, los adultos han de reducir su ego para que la crianza pueda darse. En ambos casos, los adultos han de dar en vez de recibir y han de tener la flexibilidad suficiente para comprender que en ese momento de sus vidas, les toca ofrecerse en su totalidad. Es decir, les toca amar incondicionalmente.

Con la llegada de un hijo, las parejas se desestabilizan, pero, a la vez, es posible que entren en un espacio en el cual evolucionar como seres humanos. Ser madre o padre es un camino de crecimiento interior. Cuando transitamos por él, podemos encontrarnos con los aspectos menos deseados de nuestra psique y, a través de ellos, iluminar nuestra experiencia vital. Llevar conciencia a la tarea de ser padres o madres implica encontrar nuestras carencias infantiles, nuestros miedos y limitaciones, implica iluminar el material del cual estaba hecha nuestra relación. Modificar, crecer, cambiar, asumir, integrar son aspectos básicos de nuestra existencia que merece la pena activar en los momentos de crisis. Traer luz a las dependencias y necesidades que existen en la pareja y romperlas con el nacimiento del niño es una oportunidad única para que la pareja crezca de forma que, en vez de dos mitades, podemos sentirnos, quizá por primera vez, dos seres humanos completos, íntegros y libres.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Por un parto respetado

Aún me emociono cuando recuerdo el nacimiento de mi hija. No porque fuera un momento de gran intensidad, que también, si no porque me separaron de mi hija a las dos horas de nacer y no me la devolvieron hasta cuatro horas después... y porque subí a buscarla. Aún me emociono cuando me recuerdo protestando porque arrancaban a mi hija de mi pecho al que se había enganchado nada más nacer y le decía al médico que no, que yo no iba a descansar si no la tenía conmigo. Y recuerdo su insensibilidad cuando preguntaba:
- Pero, ¿os la lleváis por qué pasa algo, está mal?
- No te preocupes, - me decía él- es protocolo hospitalario, estará en observación.
- ¿En observación? Dime qué hay que observar y yo la observo. Esto puedo hacerlo yo.
- No, lo haremos nosotros, son solo dos horas y después te la devolvemos en seguida.

Y la arrancaron de mi pecho y se la llevaron a otra planta y dos horas después, me quedé sola en el hospital, y llamaba a las enfermeras porque no me devolvían a mi hija. Y ellas me decían:
- No duérmete, ¿quieres una pastilla para dormir?
- ¿Qué? Es que me habíais dicho que iba a estar dos horas y no me traéis - contestaba yo.
- Duérmete, ya te la traerán cuando la arreglen a las ocho de la mañana.
- ¿A las ocho de la mañana? Si me dijo el médico que solo iban a ser dos horas ¿Está bien mi hija?
Hablaba con ellas por el interfono porque ni siquiera venían a verme en persona. Y a las ocho de la mañana, me levanté y me fui a buscar a mi hija por un hospital de ocho plantas. Cuando llegué a la sala de observación de los bebés, entré sin que las enfermeras que supuestamente estaban observando a mi hija se dieran cuenta. Mi hija movía los brazos y los pies en la cunita, despierta, tan despierta como nació, mirando con sus grandes ojos negros. Entonces sentí que iba a desmayarme y tuve que pedirles una silla. Las enfermeras me riñeron y, a regañadientes, lavaron a mi hija y me la entregaron. Al menos pude bajar con ella a la habitación. Al menos, pude descansar, al fin, con mi hija en brazos.

Aún recuerdo con dolor este momento de mi vida y lo recuerdo con dolor porque ahora sé que esto no me pasaría, porque no iba a dejar que nadie me separara de mi hija por protocolo. Y, a pesar del dolor, me gusta recordarlo porque cuando mi hija nació no tuve información suficiente para decidirme por un parto en casa, porque nadie me dijo que en el hospital podían separarme de mi hija, porque no estaba preparada para enfrentarme a la dimensión de ser madre, porque las experiencias sirven para hacernos más fuertes, porque es importante que las mamás que van a dar a luz sepan y porque todas las mujeres y nuestros hijos tenemos derecho a ser respetados.

Nota: Di a luz en el Hospital materno-infantil de Granada hace seis años.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Sexo y educación


Una mujer se queda embarazada. Hasta el momento en que deseó el embarazo o, simplemente, ocurrió, pocas cosas conocía sobre la maternidad. De hecho, es normal que la primera vez, las mujeres corramos al kiosco o entremos en internet deseando encontrar revistas, información, relatos que nos cuenten qué sentimos, cómo nos sentimos, qué nos va a pasar, quiénes son las otras mujeres embarazadas, dónde encuadramos... Los seres humanos, solemos requerir de otros seres humanos para establecernos en la identidad que somos. Nos necesitamos. Necesitamos mirarnos junto y frente a otras mujeres embarazadas o que han estado embarazadas. Así podemos construir nuestra propia historia y poner palabras a lo inefable. Sin embargo, la búsqueda es infructuosa.
Vemos revistas a color que dibujan una maternidad de colores pasteles y suavidad, llena de biberones, avisadores, cunas, pañales tecnológicos, papillas pre-cocinadas, ropa elegante, madres peinadas y maquilladas, camisones de raso, luz tenue entrando en una habitación limpia y ordenada, maridos solícitos y amorosos... Nuestra realidad poco tiene que ve con esta imagen estereotipada y limitada más propia de una serie de televisión que de la vida cotidiana. ¿Por qué, si se supone que son revistas dedicadas a un público tan definido y preciso, se alejan tanto de nosotras? ¿Por qué no nos cuentan la realidad tal y como es? ¿Por que en los medios de comunicación nunca se habla de estos temas? ¿Por qué las que han sido mamás antes hacen como que ellas no han pasado por la crisis puerperal? ¿Hay una conjura contra las mujeres? ¿Hay una finalidad en este silencio?
La verdad, no lo sé. No sé porque las mujeres llegamos a la maternidad sin información previa. Ni siquiera nuestras madres nos advierten de lo que ocurre. Ni siquiera las amigas íntimas nos hablan de sus problemas de pareja después de ser madre. Puedo imaginar que la revista, para vender, prefiere inventar un mundo de colores pasteles al que podamos aspirar durante los nueve meses de embarazo mientras corremos de centro comercial en centro comercial comprando cunas, cochecitos, avisadores, biberones y tetinas, toallitas, ropa, coches más grandes, casas más grandes, juguetes...
Puedo imaginar que a los medios de comunicación, les interese más la crisis de Palestina, los grandes juegos geoestratégicos propios del patriarcado, que la acción individual de dar vida, aunque sea el acto íntimo que compartimos todos. Y es que absolutamente toda la humanidad fuimos parida y, en algún momento de la vida, muchos también se reproducirán. No sé si os habéis dado cuenta pero el acercamiento de los medios de comunicación a este tema es o a través del sexo (programas de información sexual, que frivolizan hasta límites insospechados la sexualidad humana) o con programas de educación conductista, en los que niños supuestamente caprichosos y retorcidos intentan boicotear los esfuerzos de los padres por educarlos. En medio, la maternidad. Los primeros meses de la madre y el hijo, las crisis, los miedos, etc no son registrados, recogidos, mostrados.
Si un marciano llegara a este planeta y no supiera cómo nos reproducimos, observaría en televisión a gente practicando sexo (de forma más o menos creativa) y después a unos niños de cuatro años en adelante aparentemente malcriados y llenos de ira. Lo que se produce en medio, es un enigma. Un secreto que anida hasta en nuestra propia casa, en nuestra propia familia. No sé porque ocurre esto, pero creo que ha llegado la hora de que las mujeres expresemos nuestras experiencias de forma que puedan ser de utilidad y ayuda a las que vienen detrás. Creo que hablar de la crisis postparto, de cómo cambia la vida o de las modificaciones en la pareja, puede ayudar a que las madres se sientan más serenas en medio de la tempestad, a que sientan que no están solas, a poner palabras a las emociones. Mi sugerencia es que si estas embarazada o quieres estarlo, habla con una mamá cercana con la suficiente honestidad para contarte cuál fue su historia real. Mi sugerencia es que crees un círculo de mujeres. Un espacio para compartir con las pares y con las que ya han pasado por lo que tú estas pasando ahora. Entonces, quizá, podamos comenzar a comprender que lo que nos pasa, no sólo tiene que ver con una misma y su historia personal, que también, sino que es el testigo evidente de que se nos arrebató una parte de nuestra propia esencia.

miércoles, 28 de julio de 2010

Yo me pregunto, por Mónica de Felipe

A veces me pregunto por qué las mujeres "tenemos que" pasar una crisis por el hecho de ser madres. Se supone que la maternidad es algo innato, biológico y natural. Se supone que venimos al mundo preparadas para cuidar de nuestras crías. Y sin embargo no es esto lo que observo. Las mujeres, de una forma u otra, con mayor o menor intensidad, irremediablemente afrontamos la maternidad con una mezcla de gozo y espanto, amor y odio, responsabilidad y culpa, felicidad y ganas de salir huyendo.

No sé a vosotras, pero a mi me escama un poco este asunto.

¿Cuál es la causa de tanto infortunio? ¿Por qué las mujeres no podemos, sencillamente, devenir madres? ¿Por qué no podemos dibujar una sonrisa de amor incondicional en el rostro y lanzarnos a criar a nuestros hijos en paz y armonía interior? ¿Tiene el puerperio que ser como es, un laberinto de luces y sombras, o puede ser diferente, un espacio de amor, equilibrio interior y confianza? ¿Cómo es posible que la naturaleza haya concebido la crianza como una tortura en la que los andamiajes de nuestra psique se desmoronan mientras hace agua la relación personal más importante que habíamos tenido en nuestra vida?


No hace mucho, una mamá (de profesión terapeuta) me decía con un bebé en brazos: antes pensaba ¿cómo es posible que una pareja se separe después de tener un hijo? Ahora me pregunto cómo es posible seguir estando con la pareja después de tener un hijo.



Estoy abierta a iniciar un diálogo con las lectoras de este blog para intentar responder a estas cuestiones tan poco investigadas. Creo que, desde mi experiencia, puedo apuntar a dos respuestas iniciales:


- La educación recibida. Las mujeres vivimos inmersas en un entorno patriarcal y, por lo tanto, estamos masculinizadas. La supuesta división tradicional de territorios: el territorio interior, emocional, de los sentimientos, del cuidado de los otros, el altruismo, lo cíclico, etc correspondía a la mujer y el territorio exterior, dinámico, competitivo, lineal era dominio masculino, se ha roto*.

Nos hemos masculinizado de forma que muchas de nosotras perdemos el dominio del territorio que, por naturaleza, nos es dado. Cuando la maternidad nos devuelve a él, sufrimos un shock terrible al tener que cuidar del otro, de los otros. Sentimos que no tenemos valor en nuestra misión de madre, que el valor es dado por el reconocimiento social, el estatus económico, la calidad de nuestro trabajo profesional o la jerarquía laboral. Durante la maternidad estamos fuera de esos territorios tan conocidos y nos sentimos perdidas, abrumadas y desorientadas por la inmensa tarea de cuidar. Nota: cuidar significa darnos, no sacrificarnos.


- Nuestra sociedad ha adorado sistemática y descontroladamente al "ego". La mente, esa herramienta maravillosa, ha pasado a tomar el dominio de nuestras vidas y, con ella, nos hemos perdido. El ego es quien nos dice que si otro gana, yo pierdo; que solo existe un posibilidad; que todo es blanco o negro; que no tenemos lo que merecemos o que las cosas no deberían ser como son. El ego solo se preocupa en obtener lo que desea, sin importarle a costa de qué o quién. Es quien se queja por todo, quien se siente culpable, quien se victimiza, quien nunca está conforme con nada, quien no acepta al otro, quien juzga, critica, se siente superior o inferior...


Cuando llega nuestro primer hijo hay que deshacer ese camino de dominio mental y entrar en terrenos movedizos y pantanosos. Empequeñecer el ego duele, mucho, nos enfrenta con nuestras miserias más terribles y nos lanza de cabeza a un laberinto que, a veces, se nos ofrece sin salida. El ego tiene que adaptarse a la nueva situación: ya no eres importante ni valorada por tu profesión (la identidad se reduce a ser madre), tu cuerpo (da igual la relación que hayas tenido con él) está a disposición de alimentar a otro, el físico cambia (cualquier mujer a tu alrededor te parece más bella, esbelta, cuidada), ýa no puedes hacer lo quieres cuando quieres, ahora tus deseos han de supeditarse a la solicitud de un ser humano de medio metro, ya no eres tú quien manda en tu vida...


Si esta teoría es cierta, la crisis de la maternidad es una crisis de crecimiento interior (incluso espiritual, si la madre se encuentra en la búsqueda espiritual). Es la oportunidad que tenemos de ser más nosotras mismas, de permitirnos limpiarnos de esquemas mentales que nos lastran, de regresar a un mundo del que fuimos desalojadas...

Visto asi el puerperio es una oportunidad, un regalo y no una carga o crisis por la que "hay que" pasar cuando se da a luz a un nuevo ser. Lo que me gustaría es que pudieramos conversar sobre esta situación a través del blog; me interesa mucho saber qué opinan mamás que en este momento estan pasando por esta situación o acaban de pasar; así que, si te apetece, deja tu comentario y entre todas podremos tejer algo más de luz.


*Nota: no defiendo que un hombre o una mujer tenga que estar limitado a los territorios tradicionalmente establecidos. Esta es una actitud que no me parece sana ni deseable. Lo que expongo es que la mujer ha perdido la capacidad de establecerse en su territorio tradicional y que sería deseable tener la posibilidad de elegir libremente en qué mundo quiere establecerse por un tiempo.

lunes, 15 de junio de 2009

Un día típico en una casa típica de una típica mamá, por Mónica


A las 8 de la mañana él ha salido por la puerta y ella, en sueños, ha escuchado el portazo que le avisa de un nuevo día. El niño se despertó para mamar a las seis de la mañana y dormirá hasta las nueve. Ahora le gustaría levantarse de la cama, pero sabe que si hace el gesto de levantarse, su pequeñuelo, que está dormido acurrucado junto a ella, se despertará y le demandará teta hasta que vuelva a dormirse. A ella le duele la cadera porque debe dormir sobre un único lado para que el bebé pueda mamar cuando lo necesita. Así que se queda allí, en la cama, medio dormida, esperando los gestos del bebé. Está cansada, agotada de no dormir de tirón y su espalda le da calambres cada vez que cambia de postura, el chiquitín ya pesa casi seis kilos…

A las nueve el bebé comienza a dar golpecitos con sus manos y pies y con gorgoritos divertidos la llama. Ella le sonríe y siente que el mundo se esponja en esa cama, con la ternura de ese niño. Juegan un rato juntos, y al final, el bebé demanda teta. La madre le da el pecho y siente una punzada de hambre en el estómago: unas tostadas y un café con leche… solo pensar en la comida le da aún más hambre. Pero sigue dando la teta, cambiando el pañal, vistiendo al bebé… hasta las diez y veinte. Se dirige a la cocina. Aún están los platos sucios de la cena de anoche. No queda pan y hay que hacer café. Ya no podrá desayunar tostadas. Intenta dejar al bebé en el canasto un minuto para poner una cafetera pero… imposible. El bebé llora al momento. Un momento, bonito, es un minuto… parece que va a ser un día duro. Pero por fin puede poner la cafetera. Coge al bebé en brazos de nuevo (que no ha parado de llorar ni un segundo) e intenta lavarse los dientes con él. Imposible. Al menos necesito hacer pis, le dice al pequeño que en el capazo, al lado del water llora a moco tendido.
Al final, se sienta en el sillón con el bebé en brazos que se calma poco a poco y, eso sí, enganchado al pezón. Espera que se duerma. Mira el reloj: son las 11:30, lleva despierta desde las 8 y solo ha conseguido hacer pis y poner una cafetera. Ahora tendría que calentar la leche y tomar el desayuno con una galleta. Parece que no se duerme, así que decide ir a la cocina y hacerlo con el bebé en brazos. No es tarea fácil. Al fin lo consigue y puede tomarse un café con leche y un par de galletas. A las doce el bebé se duerme en sus brazos y prueba a dejarlo en la cuna para poder recoger un poco la casa, o lavarse los dientes, comienza a fantasearla mamá… nada más dejarlo en la cuna, el bebé abre los ojos y llora con tanto estruendo que la mamá lo recibe en sus brazos y pasa el resto de la mañana sentada en el sillón con el bebé encima. De repente le gustaría tener la manicura hecha, o haber ido a la peluquería (su imagen esta mañana ante el espejo le pareció lamentable…) y se siente incómoda y absurda en pijama y bata a la una de la tarde. El pijama está manchado por la leche de sus pechos, no puede moverse, no ha desayunado, no se ha aseado, no ha hablado con nadie en toda la mañana, no ha visto a nadie excepto al bebé, siente un vacío inmenso en el pecho y… comienza a llorar.

Cuando, a las dos, llega el padre, cansado de trabajar y esperando encontrar a su pareja y su hijo recién nacido la situación es:

- la mujer lo espera a él para que cocine, sostenga al niño unos minutos para lavarse los dientes o darse una ducha y mecerla emocionalmente.
- El hombre llega agotado de la calle y le gustaría sentarse, abrir una cerveza y leer el periódico rodeado por la armonía que proporcionan la mujer de la que esta enamorado y el hijo que tanto ha deseado.
- El niño no espera nada, solo pide lo que necesita y si lo recibe, entonces, por él, todo bien.

La situación real es:
- El hombre se pone de mal humor porque tiene que fregar los platos de la cena, hacer la comida y ordenar mínimamente la casa.
- La mujer está en crisis pero no consigue explicar qué le pasa ni siente, sin embargo espera que él lo sepa y le ayude.
- El no sabe por qué ella llora.
- Ella no sabe por qué el se enfada tanto.
- El niño sigue pidiendo lo que necesita y si se lo dan, esta bien.
- A ella le parece menos trabajo estar fuera de casa que dentro con un niño en brazos durante toda la jornada y las noches sin dormir: al fin y al cabo el sigue con su vida y ella no.
- A él le parece que no es para tanto estar en casa cuidando de un bebé y que ella se queja mucho.
Lo cierto es que cuidar a un bebé recién nacido significa:

Para la mamá:
- Que has de dejar de ser tú para convertirte en nosotros (en esa diada mamá-bebé).
- Que el ego ha de empequeñecerse hasta límites insospechados cuando eres mamá: quitas cacas, tu cuerpo es usado para el alimento del otro, no hay tiempo para ti, tus intereses no cuentan. Es decir, que a partir de este momento, tú no eres la importante (el importante es el bebé); y que tienes que enfrentarte, por primera vez en tu vida, a dar y no a recibir.
- Si has sido una mujer profesionalmente activa (y con puestos de responsabilidad) estos atributos poco o nada te sirven en este rol.
- Hay un cambio de valores: lo importante es lo importante y, por primera vez, también lo urgente, con lo cual no podemos mirar hacia otro lado. Aunque hayamos pensado siempre que era importante el desarrollo personal y sanar las heridas emocionales de la infancia, nos la hemos arreglado para ir escapando por las obligaciones laborales, sociales, etc. Ahora no queda más remedio que mirar: lo urgente y lo prioritario van de la mano. De repente es importante comprender qué me pasa por dentro y por qué, saber que mecanismos operan en mi mente y mis sentimientos.
- Es el momento de depurar, limpiar, actualizar lo que no hayas actualizado hasta ahora.
- La actualización implica vivir el dolor escondido y ser conscientes de quien somos realmente.
Para el papá:

¿Por dónde transita él, mientras el bebé mama y la mamá llora? El papá debe recorrer el camino que lo lleve a la humildad y de allí a la aceptación. La humildad para considerar que en este momento de la historia a él le toca dar y no recibir; que ha de entregarse para apoyar emocionalmente a una compañera recién convertida en madre que, por un tiempo, va a dejar de enfocarse en la pareja con la fuerza que lo hacía antes; y a la aceptación de que la realidad no se asemeja a sus ensoñaciones de familia feliz y armónica. Sus ilusiones y expectativas en esta situación no suelen corresponderse con la realidad. Otra vez, el ego de un adulto ha de encogerse, como el de la madre, y trabajar para poder aceptar lo que hay. Es decir, comenzar el camino de trabajo interior que le lleve a:

1.- Poder establecer junto a su pareja una comunicación no violenta. En vez de una lucha de poder para conseguir la atención del otro y poder así satisfacer nuestras carencias emocionales, la relación de pareja puede convertirse en un espacio de encuentro en el que no sea necesario que ninguno reclame nada del otro, porque, sencillamente cada uno se encuentra satisfecho emocionalmente y ofrece al otro amor, sin necesidad de que éste pida.
2.- Apoyar emocionalmente a la madre (abrazar, empatizar, comprender, colaborar, escuchar…)
3.- Trabajar sus aspectos menos desarrollados: Trabajar la ira interior, su relación con el compromiso en las relaciones personales, dar a luz a su paternidad (reflexionar qué significa ser padre ahora), limpiar y sanar el pasado para situarse en un presente pleno.

Es decir, para ambos, la mamá y el papá, asumir la nueva estructura familiar implica que deben reducir el ego. El ego, ese compañero de viaje al que estamos tan acostumbrados, de repente, se vuelve nuestro mayor enemigo. El ego es el que se resiste a adaptarse a la nueva situación. El ego es quien discute, quien pretende llevar razón, el que se siente culpable, o el que culpa al otro, es el que se considera víctima o verdugo, el que manipula o se deja manipular por el otro. El ego es quien no acepta a los demás como son, quien pretende que todos cambien, quien se justifica. El ego es la voz que dice: lo quiero todo, lo quiero ahora, ahora o nunca, siempre o jamás. Dado que nuestros hijos no nos van a necesitar siempre con la intensidad de los primeros años, el ego es el que nos impide tener la cintura suficiente para aceptar que, en este momento de nuestra vida, nuestra misión es cuidar de otro ser humano con todo el amor disponible, retrasando, por el momento, otras facetas de nuestra existencia, quizá igual de importantes para nosotros, pero que impedirían la experiencia completa de la maternidad y de la paternidad.

Así, hay parejas que, ante la llegada de un hijo, se las arreglan para seguir como si nada hubiese tocado sus vidas: mismos horarios, hobbies, misma relación de pareja que antes… en seguida hay quien críe de la criatura (niñera, guarderías, ludotecas, abuelos…); pronto, viajes románticos de pareja sin niños; en seguida gimnasio para ellas con la finalidad de borrar las huellas del embarazo cuanto antes; salidas nocturnas… En este caso, la pareja se ve poco afectada, no hay crisis, pero tampoco crecimiento ni reflexión. Hay otras parejas, en cambio, para las cuales la llegada de un niño es profundamente desconcertante, desequilibrante. La llegada del niño nos sacude, nos zarandea, nos deja al filo del abismo. Es desde esta posición, incómoda pero creadora, que podemos crecer, tomar conciencia de qué estamos haciendo y ganar en visión profunda de la existencia. Esta crisis es una de las más enriquecedoras de la vida si sabemos agradecer a la existencia el que estemos aprendiendo, aún con dolor, a dar en vez de a recibir.

jueves, 11 de junio de 2009

En lugar de tribu hay sólo un padre, por Laura Gutman


Todas las madres con niños pequeños necesitamos sostén, acompañamiento, solidaridad, comprensión y resguardo de otros miembros de nuestra tribu. Pero claro, en el mundo occidental -especialmente en las grandes ciudades- nos hemos quedado sin tribu. Emprendemos la búsqueda solicitando apoyo y lo que encontramos más cerca es al señor que duerme en nuestra cama, que en la mayoría de los casos ha sido nombrado padre oficial del niño. Llamativamente suponemos entonces que toda la compañía, el cobijo, la ayuda, la disponibilidad y la empatía que una tribu entera nos hubiera prodigado, ahora debería provenir de una sola persona: el padre del niño. Tomemos en cuenta que una cosa es la inmensa necesidad de ser amparadas frente a la desesperación, la locura y las vivencias confusas que estamos experimentando desde el nacimiento de nuestros hijos, y otra es lo que un solo individuo puede ofrecer, reemplazando los roles de muchos. Cuando no vislumbramos nuestra realidad en forma global, creemos que las cosas se solucionarían si el varón regresara más temprano a casa, si cambiara los pañales de vez en cuando o si ganara más dinero. Es tiempo de admitir que somos sólo dos personas -nada más que dos- y que tanto las madres como los padres estamos demasiado solos en la compleja tarea de acunar a nuestros hijos. Si la realidad es tan desventajosa, compartamos lo que nos pasa, conversemos y decidamos juntos a quiénes pedir ayuda. Inventemos una red amorosa donde haya un lugar destacado para los niños. Ofrezcamos una sonrisa, un libro, un dato valioso a otras madres. Abramos nuestras casas, cocinemos algo delicioso, invitemos a otros adultos con niños a visitarnos. Si participamos en la construcción de una tribu moderna, dejaremos de culpar a nuestra pareja. Y aparecerá la virilidad que estábamos reclamando.
Laura Gutman

miércoles, 22 de octubre de 2008

Mujer-mamá. En busca de la identidad perdida (Laura Gutman)


Las mujeres contamos con diversos lugares de pertenencia sostenidos por la profesión, el trabajo, el estudio, el arte, las amistades o la familia que reflejan la imagen de lo que somos y lo que hacemos. Con la aparición del primer bebé, además de la desestructuración física y emocional se hace evidente la PÉRDIDA de los lugares de identificación: nos ausentamos del trabajo, del estudio, dejamos de frecuentar los lugares de diversión, estamos sumergidas en una rutina agobiante a disposición de las demandas del bebé, cada vez menos personas nos visitan y sobre todo, tenemos la sensación de "perder el tren", de haber quedado fuera del mundo. La vida cotidiana acontece entre cuatro paredes, ya que salir con un bebé muy chiquito es a menudo desalentador. Nos convertimos en "puérperas" durante un tiempo que se prolonga mucho más que los famosos 40 días. El puerperio no finaliza cuando el obstetra da "el alta" de la cicatrización de la cesárea o la episiotomía, no se trata de la recuperación definitiva del cuerpo físico después del embarazo y el parto, sino que tiene que ver con la emoción compartida y la percepción del mundo "con ojos de bebé".


Nos encontramos con una angustia que empeora después de las seis de la tarde coincidiendo dramáticamente con el horario más difícil para la criatura. A algunas mujeres se les suma la soledad, la falta de familiares o amigos que comprendan y contengan adecuadamente, un marido que trabaja todo el día, y el vacío que produce este NO RECONOCERSE A SÍ MISMA. Estamos sumergidas en sensaciones extremas, profundas, intensas. Al igual que nuestro bebé, quien posee un cuerpo muy pequeño pero tiene sobredimensionados todos los sentidos. Las mujeres puérperas tenemos la capacidad de estar "sintonizadas" en la misma "frecuencia" que el bebé, lo que nos facilita criarlos, interpretar las necesidades más sutiles y adaptarnos mutuamente a la nueva vida. Por eso es frecuente la sensación de estar flotando en otro mundo, sensibles o emotivas, con las percepciones distorsionadas y los sentimientos confusos. La situación es inversa pero no menos complicada para las mamás que quieren o deben retomar el trabajo teniendo aún un bebé chiquito. Normalmente se exige a la mujer puérpera que "rinda" en el trabajo y que cumpla con la misma presencia prolongada que antes del nacimiento del bebé. Las mujeres "tienen que hacer de cuenta" que nada ha cambiado. Están obligadas a entrar rápidamente en contacto con el mundo exterior activo y poner la mente en funcionamiento. Para lograrlo necesitan desconocer el estado de fusión emocional con el bebé que dejaron en casa ya que el entorno laboral generalmente no avala ni facilita los estados regresivos. En estos casos las madres no se permiten unir el mundo interno con el afuera. Esta integración no está muy facilitada en nuestra sociedad, donde aparece una contrariedad: " Si trabajo tengo que dejar a mi bebé. Si estoy con mi bebé no pertenezco más al mundo". Hay muy pocos lugares públicos donde los bebés son tolerados, lo que acrecienta la separación de los ámbitos de la vida social de la mujer-sin-bebé del otro ámbito privadísimo de la mujer-con-bebé. Salir con el chiquito a cuestas requiere esfuerzo e imaginación, pero somos las mujeres las que debemos instalar nuestro ser madres-personas en los lugares de pertenencia prioritarios para cada una.


Tanto la situación de encierro como la situación de desconexión son estados no elegidos conscientemente por las madres, quienes en su mayoría viven la maternidad como sinónimo de soledad y ausencia de mundo externo sin haber imaginado previamente lo que significaría realmente la presencia del bebé. Tampoco contamos con gran ayuda externa, ya que nuestra sociedad desconoce profundamente la esencia del bebé humano. Lo observa con desconcierto intentando comprenderlo desde el punto de vista del adulto y pretendiendo que se adapte al mundo funcional de los mayores. Esta gran distancia entre ambas "frecuencias" aumenta la sensación de soledad e incomprensión de las madres recientes. Para este período tan crítico puede resultar facilitador buscar NUEVOS MARCOS DE REFERENCIA que tengan relación con las necesidades concretas del aquí y ahora, ya que una cosa es enterarse de lo que le pasa a las mamás y otra muy distinta es convertirse en mamá. Los lugares de pertenencia se buscan entre los pares, en este caso entre otras mamás en busca de un lugar en el mundo. Descubrimos así que no estamos tan solas, que los temores y las preocupaciones son similares y que intercambiar experiencias nos fortalece. Un grupo sostenedor permite que fluyan los estados regresivos, las intuiciones y emociones, revalorizando socialmente las facetas de la personalidad que estaban escondidas y que al ponerse en evidencia, nos completan. Dicho de otro modo, cuando las madres encontramos lugares donde LO QUE NOS PASA no sólo es compartido sino que además es ACONSEJABLE, el puerperio deja de ser un monstruo temido y puede convertirse en una mágica travesía. En definitiva, el puerperio es una apertura del espíritu. Allí el corazón es rey: nos recuerda la esencia de lo que cada una es. Y esto es aprendizaje para todos.