La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
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lunes, 31 de octubre de 2011

Cambiar la educación, cambiar el interior

¿Por qué no puedo dejar de gritar/pegar/enfadarme con mi hijo si sé que no quiero hacerlo?

Hace pocos días reflexionaba sobre por qué nos cuesta tanto a los adultos cambiar. Nos cuesta cambiar aunque sepamos que lo que hacemos no es lo correcto. Incluso después de habernos dado cuenta de nuestros comportamientos innobles o de lo condicionados y poco adecuados que son nuestras respuestas ante nuestros hijos. Creo que nos cuesta tanto cambiar las conductas porque el cambio sólo es posible desde el interior. Solemos proceder de historias familiares perversas, llenas de abandono emocional, miedo, soledad, vulnerabilidad... solemos crecer ocultando nuestro desazón para poder continuar respirando cada día. Quien ha llegado al núcleo de su infancia podrá reconocer el sentimiento de extrema vulnerabilidad, miedo y soledad que arrastra esa pequeña criatura que un día fuimos. Enfrentarse con ese sentimiento, mirarlo de frente, es un acto de valor extremo. Pero es el único que puede salvarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos. 
No cambiamos porque no hemos llegado a revisar nuestra propia infancia hasta el final: no las ideas que de ella tenemos, sino las emociones que no se expresaron. Una cosa es reconocer que era vulnerable y otra muy diferente es permitirte revivir esa vulnerabilidad. Una vez que puedes vivir ese vacío absoluto, el horror, el espanto, los abusos y el sometimiento, entonces, sin teorías, sin grandes libros, sin necesidad de que nadie te dirija o te acepte, eres capaz de caminar sobre tus propios pies, de tender una mano y abrazar a esa criatura noble que fuiste y al digno ser humano que es hoy tu hijo. Mientras tanto, todas las teorías, las crianzas naturales o las pedagogías alternativas no serán sino un sustituto. Lo que nuestros hijos esperan de nosotros es que reconozcamos su dignidad.
Ser digno significa ser merecedor: de amor, atención, cuidados, protección... Y solo recuperando nuestra dignidad podremos devolvérsela a nuestros hijos.

¡Vaya! Y después de escribir esta entrada me encuentro con este vídeo de Claudio Naranjo contando precisamente esto: el cambio en la educación es un cambio interno. Os invito a verlo. Solo son los primeros minutos en los que habla de esto. También es interesante la segunda parte (previa) en la que habla del camino terapéutico que se sigue para la sanación interior: vivir las emociones del niño y perdonar/aceptar. Por si os interesa:

3 comentarios:

Meri dijo...

Como hace cuando te sientes desborda por una situación, reaccionas mal, gritas te cabreas te dan ganas de hacer una tonteria. pero que haces cuando continuamente se producen situaciones que te desbordan.

Juana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juana dijo...

Hola, un artículo muy interesante.
Todos imitamos, la mayoría de las veces tratamos según nos han tratado. Por eso es tan difícil cambiar. Por eso cuando somos padres o maestros, tenemos que reflexionar mucho sobre la clase de padres y/o maestros que queremos ser. Y cuando no nos guste una acción realizada reflexionar sobre ella para que esta situación no vuelva a ocurrir. Pero cuidado somos humanos , equivocarse es de sabios si somos capaces de aprender de nuestro errores.
La paciencia con nuestros niños y con nosotros mismos debe ser prioritaria.
Hablar de todas estas situaciones con naturalidad, fomentar el vocabulario cariñoso, para que nos salga automático. Cuando nos enfadamos las palabras mal sonantes salen sin que nos de tiempo a pensar diría que son parte de nuestra cultura...por ello es tan importante no dejar que los niños se acostumbren ni a oírlas ni a decirlas.
Cuando las situaciones nos desbordan tenemos que pedir ayuda, descansar, romper rutinas, recuperar la tranquilidad.
Nadie dijo que ser padres era sencillo. Este es nuestro reto, un reto muy bonito, con el que también crecemos, y disfrutamos.