La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
¡Bienvenida!

jueves, 14 de abril de 2011

De pareja a trío


Crisis de pareja tras el nacimiento de un hijo.

Nos enamoramos y sentimos que, por primera vez, la vida nos sonríe. Podemos encontrar, al fin, el amor. Lo que la vida nos ha negado durante nuestros años de infancia y parte de la juventud. Sentimos que es posible ser aceptado por otro ser humano y nos derretimos ante la promesa de que este amor, que tantas carencias viene a cubrir, nos durara eternamente. ¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra? ¿Qué tiene de especial él o ella? ¿Por qué nos sentimos tan llenos, tan vivos, cuando estamos ante su presencia?

            La mayoría de las relaciones se establecen desde una cierta fascinación por los aspectos de la otra persona que menos desarrollados teníamos nosotros mismos. Nos fascina su seguridad o la espontaneidad o su forma de comprender la vida o su independencia o la bondad o su claridad de ideas o… cualquier aspecto de nuestra personalidad por evolucionar, puede servir como escusa suficiente para comenzar una relación de pareja. Con el tiempo, estas características que nos tenían encandilados, van dejando paso a una cierta sensación de incomodidad, de hartazgo. La seguridad puede convertirse en soberbia, la espontaneidad en impulsividad, la independencia en egoísmo, la bondad en perfeccionismo o su claridad de ideas en una mente excesivamente cerrada… En medio de esta deriva, en la pareja suelen surgir las primeras crisis. Pero ya, la pareja ha tejido la maraña de contradicciones, dependencias y ataduras emocionales que, con el tiempo, los aprisionaran.  Sin embargo, la pareja se sostiene porque, de una manera u otra, los dos miembros obtienen algo que necesitan. Uno puede necesitar seguridad y aferrarse a su pareja estable; mientras otros, pueden obtener la espontaneidad y dinamismo que  necesitan para sentirse vivos. Uno puede necesitar sentirse amado y el otro puede obtener sexo satisfactorio. Uno puede tener una mente pesimista y estar con una pareja que se ocupe de que todo vaya bien... Así que, por fin, hemos experimentado la sensación de ser completo, de ser un ser humano íntegro: al fin, podemos obtener lo que nos hace falta; aunque sea de otro y no nuestro, nos compensa suficiente la ilusión de estar completos. En estas relaciones los dos miembros dan y reciben, se alimentan mutuamente. Ya son una naranja.

            Entonces, en algún momento, dejamos de ser dos y nos convertimos en tres. Ya sea por voluntad propia o porque la situación viene dada, el embarazo en la pareja suele representar una crisis, que permite que la pareja se convierta en trío. Pero este cambio, de dos a tres, implica un desandar lo transitado y reelaborar la relación de forma que tenga cabida un nuevo sistema de intercambio.  Durante los primeros años después del nacimiento del bebé, la madre en su totalidad se dedica a la cría. Es decir, que el bebé ocupa prácticamente todo el espacio emocional, fisiológico, sexual y mental de la madre.  Las mamíferas parimos relativamente pocas crías, si las comparamos con otros animales.

Las tortugas, por ejemplo, dejan miles de huevos en las playa y, cuando llega el momento adecuado, los huevos eclosionan y las tortugas comienzan así su vida, enfrentándose a todos los peligros de su medio de forma autónoma. Otros animales, como la generalidad de las aves,  pueden criar tres o más pollos durante el tiempo imprescindible antes de que estos puedan echar a volar por si mismos. Las osas suelen parir dos oseznos cada dos años y, en este tiempo entre parto y parto, guían a sus crías para que puedan, a los dos años, sobrevivir en su medio. Los orangutanes, tienen una sola cría cada vez y cuidan de ella intensamente durante un periodo de seis años durante el cual se prolonga la lactancia. A los seis años, destetan a su cría y vuelven a gestar. La cría destetada sigue compartiendo cuidados de su madre algunos años más. Como vemos, la naturaleza ha organizado la crianza de la especie en función de su eficacia (un pez puede poner millones de huevos y no es imprescindible que todos sobrevivan); pero un ser humano va a tener pocas crías en toda su existencia (en la actualidad una o dos como mucho) por lo que los cuidados maternales han de asegurarse la supervivencia de este ser tan importante en la transmisión de los genes que, además, nace inmaduro.

Así que la madre humana, que engendra tan pocas crías, ha de volcarse  especialmente durante los dos o tres primeros años de vida del niño de una forma muy intensa. Esto significa que el equilibrio de pareja queda descompensado, roto. El circuito cerrado de los padres en el que dos adultos se dan y reciben mutuamente se quiebra. Ahora hay un circuito en el que los adultos dan, pero no reciben y el niño recibe, pero no da. Es decir, el padre apoya a la madre para que la madre pueda criar al bebé; la madre apoya el crecimiento y proceso vital del hijo; y el hijo recibe todo el amor que necesita para crecer con armonía. Y ¿ya está?  No, no es tan fácil. Porque no basta con saber esto. Hay que comprenderlo profundamente, integrarlo, armonizar nuestras necesidades con esta información, hacernos conscientes de nuestras carencias, experimentar nuestros límites, enfrentarnos a nuestros temores. Ser madre o padre implica una revolución interior de la que salir fortalecido o lleno de rencor y agotamiento.

El padre ha de hacer frente, quizá por primera vez en su vida, a la misión de dar sin esperar recibir nada a cambio. Es un dar generoso y altruista que permite a la madre que pueda entregarse de forma completa a la experiencia de la crianza del bebé. Ahora la madre ofrece todo su ser al hijo y el padre ha de contemplar como aquella persona que le satisfacía, si no todas, si gran parte de sus carencias, está completamente volcada en otro ser. La madre se entrega a su cría física (a través de la lactancia, los brazos…), emocional (el niño necesita un agente exterior que equilibre su incipiente emocionalidad), mental (el niño está fusionada con ella y la necesita para construir su propia identidad independiente) y sexualmente (la lactancia disminuye el deseo sexual de la madre y reduce la lubricación vaginal por lo que es menos apetecible en este momento el sexo).

Entonces el padre puede comprender la situación o no. Si vive esto como un rechazo de la madre hacia él, huirá en cuanto pueda de la situación. Si comprende que es una fase que ha de vivir dándose en vez de pidiendo, podrá apoyar a la madre en su tarea durante los primeros tiempos. A su vez la mujer puede vivir el puerperio como una especie de condena en la que sienta que sus libertades, intereses y necesidades se desvanecen ante la presencia del bebé. La mamá puede sentir que es ella la que desaparece si prioriza al bebé por encima de sus necesidades. Se acabó su tiempo libre, salir y entrar, leer tranquilamente, decidir qué hacer durante las próximas horas…

En ambos casos, los adultos han de reducir su ego para que la crianza pueda darse. En ambos casos, los adultos han de dar en vez de recibir y han de tener la flexibilidad suficiente para comprender que en ese momento de sus vidas, les toca ofrecerse en su totalidad. Es decir, les toca amar incondicionalmente.

Con la llegada de un hijo, las parejas se desestabilizan, pero, a la vez, es posible que entren en un espacio en el cual evolucionar como seres humanos. Ser madre o padre es un camino de crecimiento interior. Cuando transitamos por él, podemos encontrarnos con los aspectos menos deseados de nuestra psique y, a través de ellos, iluminar nuestra experiencia vital. Llevar conciencia a la tarea de ser padres o madres implica encontrar nuestras carencias infantiles, nuestros miedos y limitaciones, implica iluminar el material del cual estaba hecha nuestra relación. Modificar, crecer, cambiar, asumir, integrar son aspectos básicos de nuestra existencia que merece la pena activar en los momentos de crisis. Traer luz a las dependencias y necesidades que existen en la pareja y romperlas con el nacimiento del niño es una oportunidad única para que la pareja crezca de forma que, en vez de dos mitades, podemos sentirnos, quizá por primera vez, dos seres humanos completos, íntegros y libres.

8 comentarios:

Adriana dijo...

Qué excelente reflexión. Felicidades por el blog, es muy interesante. Saludos.

Enrique dijo...

Es lógico que en una sociedad machista y patriarcal, donde al hombre y a la mujer se le inculcan ideales como los que tú propones: la mujer se encarga de la maternidad mientras el hombre debe simplemente esperar a que su hijo/a haya sido criado por la madre, sucedan este tipo de rupturas en la relación de pareja.

Mas no estoy de acuerdo en absoluto contigo. Un/a hijo/a es de ambas partes. No se genera solo/a. No nace exclusivamente del óvulo. Viene a ser la unión de un óvulo y un espermatozoide. Es decir, que el padre también existe.

El padre también tiene el derecho y el deber de cuidar, criar y educar a su también hijo/a.

No es que el padre dé a la madre altruistamente sin recibir nada mientras esté la relación madre-hijo/a. Madre y padre dan a su hijo/a (hijo/a de ambas partes) y reciben la felicidad de verle crecer feliz.

Si no se promoviesen idéas machistas y patriarcales (o sexistas) como la que propones con tu entrada, no habrían este tipo de problemas.

Si se concibe la paternidad como algo que vale por igual que la maternidad (porque así es como sucede) ambas partes darán y recibirán; ambas partes se implicarán en la crianza, como debe ser; ambas partes serán realmente felices.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola Enrique:
Por supuesto acepto que no sé esté de acuerdo conmigo (faltaría más). Cada uno es libre de pensar y actuar como decida/quiera/le apetezca; pero eso no implica que tenga que estar de acuerdo con la calificación de "machista". Es más, voy a dar la definición de machismo por si acaso puedo esclarecer por qué yo no me considero machista.
RAE: "Machismo: Actitud de prepotencia de los varones respecto a la mujeres".
Si te fijas bien, lo que yo propongo es que el hombre apoye/se entregue/sostenga/cuide a la mujer mientras ella cría a un hijo. Así que no es posible que se produzca una actitud de prepotencia de éste, en un acto de entrega generosa.
El problema es que a todavía hay un cierto olor a que la crianza del niño es algo inferior a la vida profesional, por ejemplo.
El niño solo puede elaborar su identidad desde una única persona de referencia con quien ha de vincularse intensamente los primeros 3 años de vida. Solo tras desarrollar su ego, el niño comienza a poder relacionarse con otras personas. Te recomiendo leer la entrada (http://grupomaternal.blogspot.com/2009/06/acompanando-al-bebe-de-0-3-anos.html) en la que se detallan las fases de creación de la identidad del ser humano y la importancia que el vínculo materno posee bajo.
Un abrazo.

Enrique dijo...

Buenas, Mónica:

Comparto contigo que cuidar a un/a bebé también es importante. Yo no diría que más que trabajar. Ni al revés tampoco lo afirmaría. Opino que lo que tiene valor es lo que a cada cual le llena y realiza.

Sé que un/a niño/a se identifica con una persona. Pero esta persona no es la madre, sino quien más tiempo pasa con éste/a y quien más le cuida; es decir, que puede ser la madre, el padre, un tío, etc.

En la sociedad patriarcal, donde la mujer solo debe estar en casa y no trabajar (no quiero decir con ello que ser madre no tenga valor. Pero no me parece bien que la mujer no pueda elegir trabajar, o que si puede elegir, tenga que decidir entre una de las dos cosas: o ser madre o trabajar), y donde el marido es el único que sale a proveer y apenas ve a su hijo/a, es absolutamente normal, a mi parecer, que por lo general la figura de apego sea la madre.

Ahora bien, que tenga que existir una figura primaria no significa que el bebé solamente se interese por esta persona. Hasta los 6 meses un bebé no sabe distinguir si quien le sostiene es su madre, su padre, su hermano/a o la vecina de enfrente. Y hasta los 6 meses le interesa cualquier rostro facial y sonríe a cualquier persona. Es a partir de los 6 meses cuando, habiendo asociado caras familiares, comienza a distinguir entre personas extrañas y conocidas/amigables.

Yo no digo que esté mal que una mujer sea madre. Pero tampoco que desee trabajar. Y lo mismo puedo decir del padre. Pero creo que debería haber una condición de igualdad, donde padre y madre aporten (el niño de este modo recibe el doble) y donde la figura de apego no surja en la madre por patriarcalismo, sino porque así acontezca en la situación.

Asimismo, soy consciente de la importancia del vínculo materno. Pero una cosa es valorar el vínculo materno, y otra cosa bien distinta es infravalorar el paterno, que es lo que pretende la sociedad (fíjate que a excepción de unos pocos libros lustrosos, por lo general solo se hace referencia a la madre. De hecho, en la entrada que me has pasado, solamente mencionas la relación y separación madre-bebé. Yo prefiero hablar de una relación cuidador/a-bebé, tomando como cuidador/a al padre, al tío, al abuelo, a la abuela, la tía, la hermana, la madre adoptiva, el padre adoptivo, etc).

Yo estudio pedagogía. En clase he escuchado muchas veces teorías que hablan de educador/a-bebé, y no tanto de madre-bebé. Porque son cosas que existen (teoría del apego, sonrisa social, etc) pero no entre la madre y el bebé exclusivamente, como se pretende dar a conocer, a fin de enaltecerla y hacer que permanezca exclusivamente en el hogar (porque si se trata de dar valor a la maternidad, como debe hacerse, estoy de acuerdo; pero la finalidad es bien distinta, es de origen patriarcal y machista: es encerrarla en casa. Si no, al mismo tiempo que se habla de la relación madre-bebé, se explicaría que esto también acontece con el padre o con cualquier cuidador/a primario/a).

Te paso, por si te interesa, el link de una entrada mía, por si te interesa ver un planteamiento más profundo acerca de lo que pienso sobre la crianza natural, en el que hablo un poco de estos temas.

Saludos.

Enrique dijo...

Ups. Había olvidado añadir el link. xD

http://educacion-enrique.blogspot.com/2011/01/mi-opinion-sobre-la-crianza-natural.html

Un abrazo.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola Enrique, de nuevo:
Seguimos sin estar de acuerdo en algunos puntos. Para mi sí es más importante acompañar a un ser humano, cuidarlo y atenderlo desde el amor y el respeto que la dignidad del ser humano exige, que trabajar. Y es una opinión que nace desde la experiencia directa. He hecho las dos cosas: he estudiado, he trabajado y he ganado bastante dinero en mi profesión; y he cuidado a mi hija desde que nació.
Pero además, procuro ponerme en el punto de vista del bebé y de sus necesidades y no del adulto.
Cuando un niño nace necesita para sobrevivir, además de amor y cuidados, una alimentación adecuada. Es la madre la que puede proveer la mejor y más completa alimentación. Por eso, si atiendo a la integridad del niño (sus necesidades psicoafectivas y físicas) es la leche materna la mejor para él. Amamantar a un bebé a demanda, implica pasar largos periodos de tiempo con el bebé, por lo que será con la persona que lo alimente con quien establezca el vínculo. Ya sé que hay leches de fórmula, pero no es lo mismo (sobre todo para el bebé y su sistema inmunológico, para el bebé y su desarrollo).
El elemento que mejor define una sociedad patriarcal no es la división de roles exclusiva (que también) sino la competitividad y la jerarquización social, que es diferente. En la sociedad patriarcal el hombre es superior a la mujer, los adultos a los niños, los niños mayores a los menores. Vivimos en una sociedad patriarcal que, como ves, no tiene nada que ver con si las mujeres trabajan o no fuera de casa.
Yo creo que cada persona debe de poder elegir lo que desee, libremente. Mi deseo es que vivamos en una sociedad en la que las mujeres puedan dedicarse a criar a sus hijos los primeros años de vida sin que signifique renunciar a su vida profesional. Una sociedad respetuosa con los bebés en la que el cuidado a otro ser humano importe más que el balance de cuentas. Una sociedad en la que las mujeres que decidimos amamantar y cuidar a nuestros hijos, no seamos consideradas menos "importantes" que las que no lo hacen. Una sociedad en la que tener derechos como mujer, no sólo como trabajadora. Una sociedad que no es, créeme Enrique, un patriarcado.
Me gusta lo que escribes, (aunque no estemos de acuerdo), y que entres a este blog y aportes porque te puedo asegurar que yo a tu edad no tenía ni el más mínimo interés por dibujar un mundo mejor. En ti, si que siento ese deseo y me entusiasma cuando conozco a jóvenes con esa capacidad.
Un fuerte abrazo.

Enrique dijo...

Mónoca:

Me atrevería a afirmar que estamos de acuerdo en buena parte de las cosas. Diferimos en matices, pero luchamos por lo mismo: por la igualdad.

Yo también deseo que una mujer que cuida a sus hijos/as sea igual de valorada que una que trabaja.

Y también deseo que se empleen métodos pedagógicos más paidocentristas y que desaparezca el adultocentrismo.

Yo también deseo que cada cual tenga la libertad de elegir lo que le place.

Pero puedo diferir, por ejemplo, en lo siguiente:

Dices: "Para mi sí es más importante acompañar a un ser humano, cuidarlo y atenderlo desde el amor y el respeto que la dignidad del ser humano exige, que trabajar".

Yo considero que, en cierto modo, toda persona, al trabajar, hace esto (bueno, depende de qué trabajo, pero por ejemplo, una persona que va todas las mañanas a sembrar trigo para que tú y tu familia tengáis pan, está contribuyendo a "cuidarte" y permitirte que puedas seguir adelante, viviendo, junto a tu familia; y está conribuyendo a que tú y tu pareja podáis hacer crecer a vuestro hijo).

Y luego, además, hay trabajos que desempeñan esa función. Yo, por ejemplo, estudio pedagogía y de vez en cuando trabajo con niños/as en clases de ajedrez, clases particulares o voy a centros de voluntariado. Estoy trabajando y al mismo tiempo desempeñando esa función de crianza y educación.

O una persona que cuida de enfermos/as, o de personas mayores, o un/a educador/a social, o un/a psicólogo/a, etc. Así que no le veo a una cosa ni a otra más valor porque al fin y al cabo casi todo es importante y ayuda a las demás personas (aunque solo sea de entretenimiento).

Otra cosa en la que medio difiero:

Dices: "Mi deseo es que vivamos en una sociedad en la que las mujeres puedan dedicarse a criar a sus hijos los primeros años de vida sin que signifique renunciar a su vida profesional".

Eso, por ejemplo, me parece que proviene del patriarcado. Yo diría: Mi deseo es que vivamos en una sociedad en la que las mujeres y los hombres puedan dedicarse a criar a sus hijos/as los primeros años de su vida sin que signifique renunciar a su vida profesional".

Si siempre es única y exclusivamente la mujer quien lo hace, pienso, no hay verdadera igualdad ni verdadera libertad.

Saludos.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola Enrique:
Espero que te guste el siguiente post...
Un abrazo,
Mónica