La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
¡Bienvenida!

lunes, 21 de marzo de 2011

¿Qué narices es un niño?

A veces me veo delante de un grupo de madres, y algunos padres, hablando sobre crianza y educación. Cuando planteo la necesidad del bebé de ser acogido, mecido, amamantado, consolado, acompañado cuando lo pide (suele ser cuando llora, pero cuando no lo hace también), muchos padres y madres abren los ojos un poco más y me preguntan: 
- Pero entonces, si sabemos que el niño está bien porque no tiene hambre y frío ni le duele nada y aún así llora... entones, podemos dejarlo llorar un poco porque eso no le hace mal. 
Y entonces suelo preguntar:
- ¿Qué es un niño?
Porque a veces siento que nos perdemos en el principio de los principios. ¿Qué es un niño? Una mascota, un juguete, un trofeo, un autómata, un adulto en miniatura, un... ¿qué?

- ¿Qué narices es para ti un niño? Y a veces no es fácil dar con la respuesta. 

Un niño es un ser humano. Así de fácil y de complejo. Es un ser humano, exactamente igual que tú. ¿Y qué necesitamos los adultos para vivir (además de dinero)? Si llegamos el final de esta pregunta, responderemos: amor. Yo necesito para vivir amor. Por lo tanto, el niño, que es otro ser humano, va a necesitar para vivir tener unas condiciones de confort mínimas (que en parte las proporciona el dinero) una casa para protegerse del frío, comida de suficiente calidad, agua para no deshidratarse y, sobre todo,  amor. 
Y es que si preguntamos a los padres y madres qué es lo más importante de su vida, responde sin pestañear que sus hijos. Sin embargo, suelo observar que éstos suelen estar a la cola de las prioridades de la vida de los progenitores. Si un niño nos reclama con su atención, nos parece más importante limpiar el polvo o ver la tele o hacer la comida o terminar de regar la plantas o atender a la llamada de teléfono de Vodafone... Cualquier cosa en la vida de un adulto suele tener más prioridad que atender al propio hijo.
Siento que consideramos que el amor es esa emoción interna que sentimos cuando contemplamos la cara de nuestro hijo mientras duerme. Pero en cuanto el niño abre los ojos, nos perdemos en la vorágine de nuestra propia historia y nos olvidamos del amor que sentíamos hacía apenas unas horas en la quietud de una habitación infantil.
El amor es un sentimiento, pero también es una ocupación, un acto que se hace, que se recrea en cada momento con las personas que amamos. Amar significa atender, prestar atención, estar acompañando a la otra persona, significa comprender y aceptar; dar tu tiempo al otro, mirarlo, acariciarlo, acunarlo, besarlo, respetarlo... significa danzar en sintonía con él. A veces es tan ingenuo como dejar de limpiar el polvo para mirar como baila o no coger el teléfono cuando suena en medio de un cuento que nos está narrando nuestro hijo, o significa que en nuestra vida tenemos claro las prioridades y las ocupaciones. 
Y entonces me dicen que, bueno, bien, pero que ellos tiene una vida que vivir y que no pueden pararla porque hayan tenido un hijo. Y entonces me doy cuenta de que pocos de nosotros nos hemos parado a reflexionar seriamente sobre la implicación de tener un hijo. Porque acompañar a otro ser humano en su camino es un acto de entrega absoluta (no de renuncia- prometo otro post sobre el tema).

Sugiero a las mujeres y hombres que desean convertirse en madres y padres que se formulen esta fácil pregunta: ¿Qué narices es un niño? Que conste que no es un juicio externo a otras maneras de criar. Es un post dedicado a recordarnos  (a mi la primera) que lo importante es lo importante.

3 comentarios:

María Berrozpe dijo...

SI,SI!!! has dado en el clavo.... muchas veces he pensado que que cuernos me pasaba: que amo a mis hijos sobre todas las cosas pero luego me parece más importante (y muchas veces me apetece) hacer mil cosas antes de jugar con ellos y sus coches. ¿De donde viene esa necesidad de "aparcarlos" a un lado de nuestra vida diaria para que nosotros hagamos lo que queremos o tenemos que hacer?

Pues yo creo que viene de esta dinámica en la que ha entrado nuestra sociedad de separar los dos mundos: el adulto y el infantil. Tal vez sea el momento e concienciarnos de una gran verdad: nuestros hijos necesitan estar, vivir, experimentar y disfrutar de la vida CON NOSOTROS. Y para ello tenemos que contar con ellos en absolutamente todo. No se trata de pasarte todo el día jugando con sus coches (un ratito bastará) pero sí se trata de que te dejes acompañar con ellos en tu vida diaria: a comprar, al cine, a hacer la cena, a ver unos amigos, a limpiar el salón...... ¿Que ya no lo haces como antes? Claro, pero ahora también puedes disfrutar de hacerlo en "equipo" con tu hij@ de otra manera.

El problema es que socialmente sigue habiendo muchos ambientes donde los niños no son bien recibidos..... necesitamos cambiar la mentalidad porque pretendemos criarlos en un mundo a parte, artificial, tipo Disney para que luego se integren al mundo adulto. ¿Porque no integrarlos desde el principio?

Muchos dirían que no se portan bien pero ¿No será que no se portan bien porque no se les integra desde el principio como algo natural? ¿No los estamos desorientando con esta actitud? ¿No nos sentimos nosotros desorientados en algún momento de nuestras vidas por esta actitud? ¿Esta distancia entre el mundo infantil y el adulto? ¿No debería ser un "continumm" natural recorrido por todos desde el nacimiento hasta la muerte?

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Creo que tiene que ver con la pérdida de control que atender un hijo conlleva. De repente ya no somos propietarias de nuestro tiempo y comenzamos a sufrir. Entonces no tiene tanta importancia que llore un poco (mientras me seco la cabeza) o que se sienta solo (porque nosotras sabemos que está bien). Pero resulta que el niño no tiene el lóbulo temporal formado y es incapaz de entender el concepto de tiempo. para el un minuto es igual que para siempre. No hay diferencia. Pero preferimos mirar a otro lado y argumentar que no le pasará nada, que le viene bien crecer, que es solo un momento... mientras ponemos nuestras necesidades (sustitutorias) por delante de las necesidades auténticas de nuestros hijos. (Esto da para otro artículo)

Anónimo dijo...

No, no se lo plantean. Algunos desde que piensan en tener un hijo ya piensan con quien dejarlo para seguir "haciendo lo mismo",
La vida cambia desde q dejas entrar en ella a una nueva PERSONA, que además TE NECESITA, y no solo un rato, no solo mientras está despierto... sino las 24 HORAS.