Cae en mis manos el Volumen 3, número 2 de la Revista National Geografic España, de agosto de 1998. En su interior, un artículo titulado Orangutanes en el zoo llama poderosamente mi atención. En él, María Teresa Abelló, conservadora de primates del Parque Zoológico de Barcelona cuenta la peripecia vital y maternal de una hembra de orangután de Borneo. Tras el parto, el primero llevado a término en el zoológico, comienzan los problemas. La autora explica: “La conducta maternal en los póngidos –y en los primates en general – no es un comportamiento totalmente innato, sino que algunas facetas del mismo son, al parecer, adquiridas. Por este motivo, la incapacidad para desarrollar una conducta maternal correcta es algo que ocurre con frecuencia cuando las hembras han sido separadas de sus madres y grupos familiares a corta edad, viéndose privadas del entorno social apropiado para observar y aprender los cuidados que deben dispensarse a sus crías”.
En este sentido, la orangután desconocía cómo debía alimentar a su cría. Llegó a darle de beber su saliva y, no dio muestras de comprender cómo amamantar, ni siquiera cuando una cuidadora del zoológico realizó una demostración de lactancia con su bebé delante de ella. Tras varias anestesias a la madre para colocar al pequeño en posición de mamar, éste pudo al fin descubrir los pezones de la madre, de manera que la lactancia quedó establecida a iniciativa del pequeño. La madre comenzaba a comportarse como una madre.
Más allá de la anécdota de esta historia, me vienen a la cabeza numerosas reflexiones en torno a la maternidad. Una de ellas es que realmente no sabemos cómo es la maternidad biológica de nuestra especie porque, sencillamente, la maternidad no es un hecho biológico absoluto, sino que es una realidad que trasciende el proceso fisiológico. Que la maternidad tenga componentes culturales, no me parece que sea contrario a la existencia de un instinto en este mismo terreno. Y así, el llamado instinto maternal, podría ser una variable del instinto de conservación de la especie. En una doble vertiente: el deseo subjetivo de una mujer por acceder a la maternidad y, el conjunto de comportamientos y actuaciones que una madre lleva a cabo en el periodo de crianza.
En ambos casos, tanto en la existencia del deseo maternal, como en la posterior crianza, el instinto puede presentar diferentes conductas en función de factores ambientales o externos. En un ambiente hostil, la crianza debe de dar como resultado guerreros, seres capaces de sobrevivir en condiciones realmente duras y en cuyo sistema de valores, la violencia sea un instrumento de ese mismo instinto; en una situación social de sometimiento, por ejemplo, la crianza ha de dar como resultado seres perfectamente adaptados al sistema, es decir, criaturas dóciles que asuman su posición sin que el sufrimiento interior alcance un grado incapacitante; en un hipotético mundo feliz, el tipo de crianza produciría seres sin neurosis, o sea, seres felices adaptados a un entorno feliz.
Este es el motivo por el cual la maternidad no es una única maternidad. No tiene demasiado sentido hablar de una forma de maternar común para toda la Humanidad. ¿Qué ocurriría con mi hija si pretendo criarla como lo haría una indígena brasileña del Amazonas? Que la crianza fracasaría porque la inadaptación del niño al medio sería demasiado considerable. En este sentido, las sociedades se organizan en una forma de acceder a la maternidad y de criar que genera consenso, es decir, una forma socialmente aceptada de crianza.
Durante los años setenta, en España, el consenso social estimaba como forma de maternidad: el matrimonio religioso, el parto medicalizado, la alimentación artificial, la educación conductista, el principal rol de la mujer era ser ama de casa, la medicina occidental, la no escolarización hasta los cuatro o cinco años, etc. Hoy encontramos en España, y en gran parte de los países occidentales y americanos por efecto de la globalización, que hay una forma de crianza mayoritaria: múltiples formas familiares, parto medicalizado, alimentación artificial, educación conductista, medicina occidental, el rol más valorado de la mujer es el profesional y guarderías a los cuatro meses o los dos años. Como podemos observar prácticamente no ha cambiado nada en la forma de maternar en los últimos cuarenta años, excepto lo que se refiere a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la consiguiente rebaja en la edad de incorporación de los infantes al sistema escolar.
Frente a esta visión generalista, están emergiendo nuevas formas de maternidad: múltiples formas familiares, parto natural, lactancia materna a demanda y prolongada, concepto de continnum de Jean Liedloff, escolarización tardía o homescholling, educación humanista, medicina holística, ambos progenitores implicados en la crianza, etc. Estas nuevas formas de crianza reciben numerosas denominaciones: crianza natural, maternidad consciente, educación alternativa, crianza con apego… ¿Qué está ocurriendo en este momento? Estamos viviendo los últimos tiempos de un sistema pasado mientras asistimos al despertar de los nuevos tiempos. En este periodo de cambio y confusión, los modelos de maternidad hacen aguas y se pierde el consenso que avala la forma de ser madres. Estas nuevas formas de maternidad y crianza si que chocan frontalmente con la anterior, más extendida. Justo en este momento, en que el sistema económico y productivo se encuentra inmerso en un cambio sin precedentes es cuando comienzan a surgir con fuerza estos modelos de crianza. Así, nos encontramos en un único momento de la historia con dos opciones o maternidades totalmente contrapuestas. O lo que es lo mismo, tenemos en realidad, dos sistemas o medio-ambientes en los que proyectamos que nuestros hijos van a crecer. En el primero y tradicional, más numeroso, se sigue considerando de vital importancia, como una pieza clave para su completo desarrollo vital, la incorporación del futuro adulto al mercado laboral en un ambiente competitivo, propio del sistema patriarcal. En la segunda concepción de crianza y maternidad, las piezas que las sostienen son la búsqueda del desarrollo integral del niño y su felicidad, no ya como ser productivo, sino como un Ser Humano libre. Este matiz, es de tal hondura que arrastra tras de sí, una transformación inmediata y radical de los conceptos de crianza y maternidad.
Frente a esta visión generalista, están emergiendo nuevas formas de maternidad: múltiples formas familiares, parto natural, lactancia materna a demanda y prolongada, concepto de continnum de Jean Liedloff, escolarización tardía o homescholling, educación humanista, medicina holística, ambos progenitores implicados en la crianza, etc. Estas nuevas formas de crianza reciben numerosas denominaciones: crianza natural, maternidad consciente, educación alternativa, crianza con apego… ¿Qué está ocurriendo en este momento? Estamos viviendo los últimos tiempos de un sistema pasado mientras asistimos al despertar de los nuevos tiempos. En este periodo de cambio y confusión, los modelos de maternidad hacen aguas y se pierde el consenso que avala la forma de ser madres. Estas nuevas formas de maternidad y crianza si que chocan frontalmente con la anterior, más extendida. Justo en este momento, en que el sistema económico y productivo se encuentra inmerso en un cambio sin precedentes es cuando comienzan a surgir con fuerza estos modelos de crianza. Así, nos encontramos en un único momento de la historia con dos opciones o maternidades totalmente contrapuestas. O lo que es lo mismo, tenemos en realidad, dos sistemas o medio-ambientes en los que proyectamos que nuestros hijos van a crecer. En el primero y tradicional, más numeroso, se sigue considerando de vital importancia, como una pieza clave para su completo desarrollo vital, la incorporación del futuro adulto al mercado laboral en un ambiente competitivo, propio del sistema patriarcal. En la segunda concepción de crianza y maternidad, las piezas que las sostienen son la búsqueda del desarrollo integral del niño y su felicidad, no ya como ser productivo, sino como un Ser Humano libre. Este matiz, es de tal hondura que arrastra tras de sí, una transformación inmediata y radical de los conceptos de crianza y maternidad.
Así, no creo en la existencia de un instinto maternal, que pueda explicar por si mismo cuál es el modelo de maternidad de la especie humana. Creo, más bien, en la existencia de unos instintos que apoyan la supervivencia de la especie a la cual pertenecemos y que nos guían para preservar la progenie. Hay algo muy importante que no podemos dejar de señalar. Dado que los seres humanos, al igual que los primates, no vivimos la maternidad como un hecho biológico incontestable, por más que nos conectemos con nuestros supuestos instintos, no tendremos por qué saber cómo criar a nuestros hijos. La forma de crianza, y esto lo sabe cualquier madre primeriza que ha amamantado, no se pare junto al niño. Por más que deseemos dar de mamar a nuestros hijos, si no tenemos una voz al lado que nos de información de cómo colocar al bebé o nos tienda una mano en momentos de crisis, la lactancia se hace tan complicada que es más que probable que se abandone antes de los tres meses. La forma en que criamos a nuestros hijos, emerge lentamente desde la reflexión interior, la información, la compañía de otras madres con similares circunstancias, el apoyo de los que han recorrido el mismo camino desde perspectivas similares y el anhelo profundo de que es posible un mundo mejor para ellos. Como nuestros primos hermanos, las jóvenes mamás necesitan la compañía de las veteranas para establecer un modelo de crianza. Por eso son tan importantes los círculos de mujeres, los grupos de maternidad y lactancia. Por eso es tan importante contar con las otras mamás. Otro mundo sería posible si las mujeres volviéramos a amarnos, a sentirnos como hermanas, a crear una comunidad cuyos lazos estuvieran creados de oxitocina. El patriarcado trajo consigo la forma de relacionarnos, en competencia, también entre mujeres. Seguramente hemos perdido como sociedad lo que la naturaleza nos legó para vivir de forma eficiente y feliz: la relación entre mujeres; o lo que es lo mismo, las relaciones basadas en el amor y los cuidados. Solo a nosotras corresponde tomar la iniciativa y reunirnos física y virtualmente en círculos que nos devuelvan a nuestra verdadera naturaleza, que nos proporcionen la llave que abre la Maternidad con mayúsculas.
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