La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
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martes, 10 de abril de 2012

Las hijas que son y las que nos gustarían que fueran

Hace unos meses Ileana Medina publicó un post titulado La madre que somos y la madre que queremos ser, que levantó bastante polvo en las redes sociales. Es verdad que no somos la perfección que proyectamos. Que nuestra mente nos dice ama incondicionalmente hasta el final y al momento desearíamos dejarlo todo (y cuando digo todo, es todo) por media hora de descanso en un sofá, una lectura o ver una serie ridícula de televisión. En cualquier caso, está claro que vivimos lo que hay en nuestro interior. No puedes vivir el amor incondicional si no te amas a ti misma incondicionalmente (con las sombras, los egoísmos, las contradicciones...)  De la misma manera, no podrás respetar verdaderamente a tus hijos hasta que no te respetes a ti misma, hasta que comprendas (no mentalmente, sino corporalmente) que significa la palabra Respeto (tan de moda en la crianza con apego). 

Pero es este caso, quiero hablar de las hijas que son y de las hijas que nos gustarían que fueran. Y voy a usar principalmente "hijas" porque la fusión que las madres sentimos con nuestros retoños, se forja especialmente intensa con las hijas. A ellas les transmitimos nuestra feminidad junto con la de nuestras antepasadas y, en una cadena, será ella quien la transmita a sus propias hijas. Cuando las niñas cumplen los seis años dejan atrás su primera infancia. Al mirar frente a frente a nuestras hijas, nos vemos reflejadas en nuestras carencias, traumas, inquietudes, temores y deseos incumplidos. Muchas hemos dejado nuestro trabajo y nos hemos centrado en dar todo el amor que necesitaban y requería una crianza más humana que la que nosotras mismas tuvimos. Una crianza, eso sí, llena de retos, altibajos, soledad y dolor; pero una crianza mucho más humana que la que nosotras tuvimos. Las hemos cuidado con esmero, les hemos dado pecho a demanda, las hemos arropado y abrazado hasta que ya no podíamos más y, ahora, cuando comienzan a crecer y dejar de ser las bebés dependientes y adorables que eran, miramos con estupor en qué se han convertido: Niñas que juegan con Barbies y Monster High, que les gusta pintarse y hablan de chicos a los siete años. U otras que asisten puntualmente a clase y se creen toda la disciplina escolar (incluso si los padres no se la creen) y enfocan su vida en los conocimientos académicos. Otras, tímidas y pérdidas, como si no pudieran encontrar, a pesar de todos los esfuerzos, la fuerza para salir adelante por sí mismas o las que se vuelven locas por la televisión y las golosinas. Hijas de madres vegetarianas que devoran bocadillos de jamón. Niñas criadas entre algodón orgánico que   lloran desconsoladamente delante de una tienda de los chinos. Niñas educadas con apego que presentan miedo escénico o dependencia...

Y las madres de las hijas algo mayores miramos incrédulas a nuestras criaturas sin saber bien qué ocurrió, dónde estuvo la falla, por qué ella no es como debía ser... ¿Cómo debía ser? Y entonces, una vez más, nuestras hijas, que en verdad son nuestras maestras, nos enseñan la lección. Ellas no han venido aquí para cumplir nuestros deseos ni cerrar nuestras heridas. Ellas están aquí para vivir su propia existencia. No vinieron a ser unas artistas sensibles y creativas por nosotras, ni a cambiar el mundo por nosotras, ni a despreciar las cosas que no nos gustan a los adultos, ni vinieron a ser más espirituales o mejores que nosotras... ¿Quién nos dijo que eso iba a ocurrir? Ni siquiera vienen a estar de acuerdo con nosotras ni mantener nuestros ideales o valores. 

Ellas son libres, espíritus de la vida que necesitaron de nuestros cuidados y protección durante los seis o siete primeros años. Ahora necesitan nuestra confianza y amor. Si durante la primera infancia, la base fue el cuerpo, el contacto, la leche y el calor; ahora, a punto de entrar en la pubertad, la base podría ser la aceptación. Aceptar que nuestra hija siente, vive, aprende, ama, desea de manera diferente a como nosotras lo hacemos. Aceptar que no redimiremos nuestro pasado a través de sus actos. Aceptar que la vida se nos ofrece en tonos y no en colores absolutos, que nuestra mirada no es la única, ni la mejor. Aceptar que el amor está por encima de las formas. Y, entonces, quizá las madres habremos aprendido otra lección.

Os dejo con unos versos que leo y releo a menudo.

“Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.

No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.”
Khalil Gibran (ensayista, novelista y poeta libanés)

25 comentarios:

Aprendiz de madre dijo...

Tan cierto como la vida. Mi hija cunple cuatro mañana y ya me deja ver su otra yo, esa que está forjando desde el respeto que le he inculcado y que me sorprende pero no me escandaliza. Nunca le llené la cabeza de adornos ridículos cuando era bebé y ahora se pone de sombrero cualquier flor que se le cruza por delante. Y se pinta las uñas con sus rotuladores y se ha echado "un novio" en la escuela. Y aunque aún no entrò en el club de las muñecas tan horribles sé que lo hara porque lo noto en su mirada cuando las ve en el paraue. Y yo me pregunto que estoy haciendo mal y mi madre me responde: déjala, está viviendo.

Aprendiz de madre dijo...

Perdona los errores ortográficos que estoy con el móvil y ppfff que complicado escribir aquí 😊

Pequeña Insurrección dijo...

Uff... no sabes qué hartada a llorar mientras te leía... Mi hija, con algo más de seis años no sólo empieza a mostrar su caracter, del cual en realidad, me siento orgullosa, sino que además refleja como un espejo todo lo que no me gusta de mi... sé que es temporal y que es así para que yo lo vea y lo trabaje en mi, pero duele!!
Gracias por la reflexión.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Tienes razón, Aprendiz de madre:
Necesitan experimentar el mundo, quizá el opuesto al modelo materno. Al fin y al cabo, el nuestro ya lo conocen. Puede que digan, ¿a ver cómo es ser de otra manera?
Un abrazo.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Nely, como no quería que fuese un texto de autoayuda no lo incluí, pero creo que el camino es desarrollar el ideal que tenía de mi hija en mi. Por ejemplo, si quiero que sea una artista sensible... a desarrollar mi lado creativo y artístico. Que mi fe estaba puesta en que fuera una virtuosa del piano... a tocar yo el piano. Si quiero que sea libre... a buscar y expandir mi libertad personal. Y así creo que llegará un momento que podremos asumir lo nuestro y permitirles a ellas que tengan su propio camino.
Un abrazo.

Viviana dijo...

Esta semana lei un rotulo que decia: "si quieres un atleta en la familia, ponte a entrenar tu y deja que los.pobres niños jueguen en paz"....nada mas cierto, me has hecho llorar, que lo que tengo son niñas y de sobrinas, pues, tambien niñas. Y la mayor de mis hijas cumple siete en dos semanas, cuanto quisiera el mundo y lo mejor para ella y de ella! Pero ella es y será ella misma y no yo y como mi mama me dejo ser quien yo quisiera, asi las dejare ser. Y no quiero que nadie le interrumpa ese proceso, asi que ne cuido de mi misma. Pero mis mas grande emocion es saberla ya tan grande y cuando la miro a los ojos no ver a mi bebe adornada por mi y esperando de mi, si no otro ser maravilloso pensante, una compañera y amiga del camino, bueno...si ella quiere! ;)

Viviana dijo...

Ah y, ¡como odio las Monster High! ;)

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Viviana, a mi tampoco me gustan las Monster High!

Aurora Cuero. dijo...

Acabo de entrar en tu blog y me ha encantado tu entrada. Yo tengo dos hijos, no son niñas, pero creo que es totalmente extrapolable, yo siempre he pensado que los hijos, como los ángeles, en el sentir de una madre son asexuados :) y en cualquier caso debemos estar como facilitadoras no como guías, por que en efecto creo que acabaríamos proyectado en ellos nuestro propio ser... bueno, sólo quería saludar y felicitare por esta entrada tan bonita.
Aurora

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Sí, puedes que tengas razón, Aurora. Aunque creo que como mujer ver a otra mujer en nuestra hija puede ser diferente que ver a otro hombre.
Gracias por tus amables palabras.

Isabel dijo...

Hola Mónica, me ha gustado mucho tu mensaje y desde esta mañana, aunque parezca que no estoy en lo que estoy, sigo meditando mucho en todo lo que hablamos.
Qué bonito que de ello, puedan salir estas reflexiones y aprendamos todas a ser mejores personas, ello nos hará, mejores madres.
Un abrazo fuerte y que me alegro mucho de haberte encontrado en mi camino.
Nos vemos el domingo.

Marcela dijo...

Qué alivio leer tu reflexión aunque lo sepa y conozca de memoria el poema de Gibrán me pillo los dedos muchas veces con mi nena de 3 años! Sé que su caracter le servirá en la vida! Igual creo que nos leen como a un libro y saben nuestros gustos y preferencias y este juego de oponerse a TODO es una práctica más de lograr su autonomía, de definirse como células independientes y que cuando sean adultas se van a encontrar sorpresivamente teniendo afinidades con nosotras sus madres ...

Desirée dijo...

Preciosa entrada!! me ha encantado y me he sentido muy identificada, aunque aún mi hija es pequeña (20 meses) intento siempre tener muy presente que somos dos seres diferentes y que ella tiene y deberá tener su propia forma de ser y sus propios pensamientos, aunque a veces es una tarea complicada. Gracias por tan bellas reflexiones!

Carol dijo...

Mi niña sólo tiene 18 meses, la criamos siempre desde el respeto, teta, contacto, etc. He sentido escalofríos leyendo tu entrada, y es que tienes razón. Me ha dado mucho qué pensar.
Está claro que ellos eligen su camino, que no tiene por qué ser el nuestros, y a veces eso puede ser difícil por todo lo que supone.
Me ha encantado la entrada.
Un abrazo

tatty dijo...

Hola Monica, me encantó tu post, pero la verdad es que mas me gustó que trajeras de nuevo a mi vida a El Profeta. Lo leía cuando apenas era esa niña buscando su propio camino, y creo que, de ese libro y varios de Richard Bach, viene mi idea de intentar ser un puente para la vida de mis hijos y no creerme dueña de nada en sus vidas. Pero es tan difícil como intentar ser esa madre que deseamos en la mente pero que no nos permitimos en nuestro interior porque la desconocemos profundamente. Ahí seguimos buscando caminos de autoconocimiento, aceptación e integración para ser esa madre que nos permita dar el acompañamiento que nuestros hijos necesitan para ser ellos mismos. Un fuerte abrazo.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola Isabel:
gracias por tu generosidad al compartir con nosotras. Yo también agradezco a la vida el haberte conocido.
Nos vemos el domingo!

Marcela: creo que tienes razón, tienen que saber que ellas son ellas, independientemente de su madre y buscan separarse y diferenciarse.

Gracias por tus amables palabras Desiree.

Gracias Carol por tu comentario. Creo que si desde el principio se tiene claro, puede ser más fácil.

Tatty, Dice Claudio Naranjo que él haría escuelas de madres (pero terapéuticas), ya que sólo sanando a la madre nuestros hijos pueden ser saludables. En eso estamos muchas.
Un abrazo.

Saridge dijo...

Así lo vivo yo, ¡me ha encantado leerlo tan bien escrito! Dejar ser es nuestra tarea, y aunque a veces es bien difícil, sobre todo cuando hay barbies de por medio, es una enseñanza de paciencia, tolerancia y respeto. ¡Muchas gracias por el artículo!

Anónimo dijo...

Gracias por tus palabras, no imaginas lo feliz que, de pronto, me he sentido. Ya soy algo mayorcita, orgullosamente mayorcita y tengo tres hijas, una a punto de saltar la treintena, otra poco más de veinteañera y la pequeña que apenas ha cumplico 6. Pues bien, he visto reflejado en el post ese "instinto maternal que nunca tuve" como he denominado yo al "desapego" que siempre he sentido por mis hijas y puntualizo el entrecomillado ya que con esas palabras y ante la imposibilidad de designarlo de otra forma me explico a mi misma el haber sido consciente de la no pertenencia de mis hijas, el asentimiento de su propio yo, el reconocimiento de que lo que tubieran que ser lo serían con mi ayuda, con mi apoyo y sobre todo con mi amor, pero lo serían "ellas". Ahora solo puedo utilizar la palabra "orgullo"; no por mí, sino por ellas porque incluso la pequeña sé que agarrará su propio futuro como está agarrando su presente.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola Anónimo.
¿cómo le llamamos a esto? No me gusta mucho la palabra desapego porque da a entender falta de implicación... hay que buscarle un nombre porque tienes razón, hay que dejarles espacio para ser, para que sean... pero eso no debería tampoco estar reñido con la falta de instinto maternal.
Un abrazo y enhorabuena!

trestrillistigres dijo...

Con este post me he dado cuenta que poco tenemos que ver en como se forja el caracter de nuestros hijos, que lo moleda mucho más su entorno, sus amigos del cole, los anuncios de la tele, lo que aprenden en la calle y en los bombardeos publicitarios, el "mi amiga tiene una". Y me parece triste que no seamos nosotras quienes decidamos esto y que las moledeen como otros quieren. Y yo desde mi reveldía me niego a esto, no quiero que mis hijas me vengan hablando de sexo (dándome lecciones a mi) con 11 años, no quiero que mi niña se maquille con 9 o que me pida cada cachibache inutil que vea por la tele o a una amiga. Así que si me tengo que ir a vivir a una isla desiesta para evitar esto lo haremos...(es una exageración, pero no tan desencaminada)

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Hola trestrillistigres:
Entiendo tu postura, aunque no la comparto en su totalidad. Tampoco esto es una cuestión de blanco y negro. ¿Hasta dónde llega la tolerancia, dónde pondremos la linea que no han de traspasar?
Creo que lo importante, y lo que yo intentaba transmitir en este post es que los hijos se sienta aceptados. Puedo no estar de acuerdo con sus ideas o sus gustos, pero eso no significa que no lo acepte como es: un ser humano único viviendo su propia existencia.
De hecho, observo mayor reacción en las niñas y niños cuyos padres tienen un modelo preparado para ellos, que en aquellos otros que saben que pueden ser. ¿Significa esto que no podemos hablar, reflexionar, debatir sobre cuestiones importantes con nuestros hijos? No. Significa que ellos sientan que, a pesar de ser diferentes, los amamos y aceptamos tal y como son.
Imagina que sintieron miles de padres franquistas, cuando en la década de los sesenta, en este país, los jóvenes abrazaron otra ideología. Imagina que sintieron las madres religiosas cuando sus hijas crecieron y no respondieron a los modelos de "ser buena mujer católica" que habían intentado inculcar. Lo que tengo claro es que lo que me vale a mi hoy, no tiene que servir a mi hija para el futuro.
Un abrazo.

trestrillistigres dijo...

Entiendo tu postura pero da la casulaidad que soy una madre religiosa! jajaja. Pero no soy católica soy musulmana y quiero y deseo que mis hijos lo sean claro. para mi sería un disgusto que mi hija decidiera no seguir nuestra religión, aunque lo puedo llegar a comprender poniéndome en la piel de mi madre cuando yo me hice musulmana hace 5 años, ´se que para ella fué un palo. Pero yo lo que quería decir que intentaré por lo menos que lo sea, que sea buena persona, que tenga sus principios y valores bien establecidos y luego si ella como individuo cuando sea mayor ya toma otro camino yo por lo menos he hecho todo lo que estaba en mi mano. Por eso he ocmentado lo de la tele, las amistades y el colegio, porque creo que hay una edad que es lo que más les influencia y hay que vigilarlo un poco.

Mónica Felipe-Larralde dijo...

Que conste que entiendo tu postura. Pero tú misma lo has dicho: cambiaste de religión porque ese era tu camino (no el de tus padres). Tus hijos tienen derecho a seguir el suyo. Y sí, estoy de acuerdo contigo en que hay una edad en que se abren al entorno y tiene más peso que la familia. Pero si el entorno no es lo más recomendable, a los siete años, ya podemos confiar en que la primera infancia ha servido de algo. Mi postura es que podemos tomarles de la mano con cariño si lo piden, pero no debemos arrastrarles a donde ellos no desean ir.

Ines dijo...

Releo también ese poema, fue el segundo post que meti en mi blog www.mujeresencadena.es... siento que el trabajo sobre la no proyección sobre nuestros hijos es permanente, dejarlos crecer libres...pero primero dejarnos crecer nosotras... lo siento duro y difícil el camino pero también muy gratificante!! gracias por el post y la reflexión

Filosofía Vital dijo...

La poesía que has puesto en tu entrada la he tenido puesta en la pared en un poster desde antes de tener a mis hijas y me ha acompañado durante toda su crianza y su adolescencia; ahora que son adultas he podido comprobar lo que ha significado no olvidar ese maravilloso mensaje. Desde la madurez aconsejo a las nuevas madres que se lo "peguen" en la pared, la puerta, la nevera, donde sea porque es una gran verdad.