Tomo prestado del blog Mundo Pacífico esta reflexión sobre las prisas en la educación. Me ha cautivado porque es, una vez más, el ejemplo de que pararse es una muestra de inteligencia capaz de cambiar lo que, hasta el momento, parecía inamovible. Las prisas nunca son buenas, pero en el caso de la educación son catastróficas. No hay prisa por aprender a leer o hacer integrales. Dar a los niños una buena infancia (en la que los momentos de felicidad y gozo sean mayoritarios y se respete su ritmo y decisiones) no solo no los hace débiles o frustrados; si no que los predispone para alcanzar sus logros con constancia y a pensar que el mundo es un buen lugar en el cual vivir y desarrollar sus potencialidades.
http://www.mundopacifico.org/2010/08/la-educacion-lenta.html
"Sabe, Sr Director, el otro día mi hija me dijo: Mamá los maestros nos dicen siempre que tenemos que apresurarnos, que no podemos perder tiempo, porque debemos seguir adelante. Pero mamá ¿a dónde vamos? ¿Adelante hacia dónde?"
Gianfranco Zavalloni (anécdota real)
Joan Domènech y Carl Honoré:
- Los niños necesitan encontrar retos adecuados a su estadio de desarrollo y tener tiempo suficiente para procesar lo que están aprendiendo. Hoy no estamos dando ese tiempo suficiente y paradójicamente parece ser uno de los motivos del fracaso escolar.
- La obsesión por la educación precoz y rápida es contraria al aprendizaje, y hay países que se están replanteando el modelo de alta presión por otro con menos exámenes, deberes y horas de clase.
- Finlandia parece ser el ejemplo a seguir, es el país nº 1 en el Ranking de educación según el Estudio Pisa y los niños empiezan la escuela con 7 años, tienen menos exámenes, deberes y horas de clase que en el resto.
- La clave es respetar el ritmo de cada alumno. ¿Pero cómo voy a hacer eso -pensará un maestro- si tengo 27 niños en clase?. Parece ser que es posible. Volviendo al modelo Finlandés, Paul Robert, director francés que lo analiza muy exhaustivamente dice: "[en Finlandia], si un niño muestra disposiciones particulares, se le dará la oportunidad de aprender a leer precozmente (6 años). En cambio, y estando de acuerdo con los padres, los profesores pueden dejar a un niño hasta los 8 años en el jardín si todo indica que no está listo para la lectura. La jornada de trabajo se organiza cuidando respetar los ritmos biológicos del niño y de evitar todo cansancio inútil: hasta los 16 años – cuando se finaliza la escuela obligatoria- las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con períodos de descanso de 15 minutos durante los cuales los alumnos pueden caminar libres por los pasillos, hablar tranquilamente en las salas de descanso, jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición."
- La educación lenta empieza en casa: los padres pueden modelar el uso del tiempo de los niños, mostrarles el valor del silencio, de la reflexión, enseñarles "el arte de la paciencia". Padres y madres deberíamos dejar de vivir acelerados y llevar la calma a casa. Es duro pero no imposible.
- La clave está en "perder el tiempo" dentro de la escuela o descubrir estrategias para desacelerar:
- Perder tiempo para hablar: escuchar a los niños hablando de sus historias personales y compartirlas.
- En la era del ordenador, volver a escribir con plumilla, "con buena letra". Escribir así transporta al mundo de la concentración y de la lentitud, del hacer las cosas lentas y bien hechas.
- Pasear, caminar, moverse a pie: para conocer el entorno y a los demás.
- Dibujar en lugar de fotocopiar. "La fotocopia es la maldición de nuestras escuelas". Los niños se han convertido en expertos en rellenar espacios de una fotocopia con colores. Es necesario recuperar el dibujo propio, las tablas, los esquemas, los organigramas. Cada uno a su manera.
- Mirar las nubes en el cielo y mirar por la ventana.
- Escribir cartas y postales de verdad, personalizadas. En la era de los "forwards" y las felicitaciones por email masivas, volver al correo convencional, lento y que hace ilusión recibir.
- Aprender a silbar en la escuela. Esta prohibido.
- Hacer un huerto en la escuela: requiere que se respeten los tiempos, desarrolla la atención por los ritmos naturales. Es una experiencia de lentitud y hace referencia al tener cuidado, a seguir los ritmos de la tierra.
Agnès Barba: habla de su experiencia en la Escola dels Encants como educadora de infantil.
- Dos estrategias metodológicas para gestionar bien el tiempo: las entradas relajadas y los ambientes de aprendizaje relajados.
- Entradas relajadas: significa flexibilidad a la hora de incorporarse por las mañanas a la escuela, acompañando con música, clima de calma y saludos y atención personalizada con calor, abrazos, caricias. Hay tiempo para mirar, hablar, establecer relaciones.
- Ambientes de aprendizaje relajados, de libre circulación: cuando juegan sin la fiscalización del adulto parece que hay menos dificultades. Los niños y niñas construyen su propio proceso de crecimiento personal en varios ambientes en los que se respeta la actividad iniciada por ellos de manera que lo viven todo como propio.
- Libertad de poder elegir donde ir, con qué material jugar, con quién compartir y cuánto tiempo permanecer en un lugar, lo que les hace cuestionar, pensar, ser conscientes de sus intereses. Van construyendo su responsabilidad en relación con las decisiones que toman y su relación con los objetos y las personas.
Marta Graugés: habla de su experiencia en El Gira-sol en el trato de conflictos:
- La actitud del adulto es esencial: estar al 100% por los niños, no dejarles solos, hablar sin gritar, sin movimientos bruscos, sin órdenes generales, con mensajes por grupos o individuales, sin hacer demasiadas propuestas, sin excitar a los niños...
- "Cuando queremos decir algo a un niño en particular, nos acercamos a él, buscamos su altura y le hablamos tranquilamente, haya hecho lo que haya hecho. NO hacemos públicas las situaciones que pertenecen a un niño o a un grupo. Sólo hablamos entre todos cuando se trata de algo que nos incumbe a todos".
- Ante un conflicto: seguir un protocolo común (todos los educadores hacen lo mismo). Lo primero, prevenir, anticiparse cuando se ve venir el conflicto. Si no hay tiempo y nos encontramos con la "tormenta", hablamos con los niños, les explicamos porqué no les beneficia y el peligro que hay para ellos, dejamos que encuentren una solución.
- Verbalizamos: "No estamos de acuerdo con la acción que has hecho, pero esto no eres tú" y hablamos de la acción que hay que revisar. Ponemos en práctica respuestas pacíficas a la resolución de conflictos.
- Tenemos límites, pocos y claros, los consensuamos con los niños. Los revisamos.
- Tenemos una norma que no es discutible: no se puede pegar ni hacer daño.
- Como adultos, podemos respetar las "movidas" de los niños sin hacer uso del poder ("ya te lo he dicho", "tú, que eres el mayor", "porque yo lo digo", "tienes que hacerlo así"...).
- ¿Podemos tener una actitud alegre y amable con nosotros y nuestros hijos y alumnos?
3 comentarios:
¡Cómo me gusta leer cosas así! Pensar que aunque nos pillen tan "lejos", por lo menos existen. un poco me alivia.
A veces pienso en los primeros esclavos que se rebelaron contra su situación. En las primeras mujeres que reivindicaron derechos antes inexistentes, en la primera mujer negra que decidió ir sentada en un autobús, en todos los que han sido pioneros y después, la sociedad ha asumido como valores su lucha.
Llegará un tiempo, no muy lejano, en el que los niños y adolescentes dejarán de ser vistos como objetos o ciudadanos de segunda. Entonces, los adultos comprenderemos qué significa la palabra respeto.
Gracias por tu comentario, Alejandra.
Qué reflexión más bonita Mónica, yo también creo que llegará un día en el que los niños serán tratados con el respeto que se merecen... he visto países en los que ya se hace, en España llevamos muy poco tiempo hablando de estos temas... pero todo llegará! gracias por difundir las ideas de la educación lenta!
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